6. Predicción de muerte

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˗ˏˋ CHAPTER SIX ˎˊ˗
(DEATH PREDICTIONS)

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El trayecto hasta la torre norte era largo

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El trayecto hasta la torre norte era largo. Los dos años que llevaban en Hogwarts no habían bastado para conocer todo el castillo, y ni siquiera habían estado nunca en el interior de la torre norte.

—Tiene... que... haber... un atajo —dijo Ron jadeando, mientras ascendían la séptima larga escalera y salían a un rellano que veían por primera vez y donde lo único que había era un cuadro grande que representaba únicamente un campo de hierba.

—Me parece que es por aquí —dijo Hermione, echando un vistazo al corredor desierto que había a la derecha.

—Imposible —dijo Ron—. Eso es el sur. Mira: por la ventana puedes ver una parte del lago...

—No me lo puedo creer, ¡necesitamos un mapa de Hogwarts para llegar a clase! —Se quejó Raquel apoyándose en la pared cansada.

—¡Pardiez! —gritó un cuadro que estaba detrás suya, sobresaltado a la chica. —. ¿Quiénes son estos villanos que osan internarse en mis dominios? ¿Acaso os mofáis de mi caída? ¡Desenvainad, bellacos!

Se asombraron al ver que el pequeño caballero sacaba la espada de la vaina y la blandía con violencia, saltando furiosamente arriba y abajo. Pero la espada era demasiado larga para él. Un movimiento demasiado violento le hizo perder el equilibrio y cayó de bruces en la hierba.

—¿Se encuentra usted bien? —le preguntó Raquel, girando hacia el cuadro.

—Estoy perfectamente. Gracias bella damisela. —Contestó levantándose del suelo.

—Disculpe —dijo Harry, aprovechando que el caballero estaba exhausto—, estamos buscando la torre norte. ¿Por casualidad conoce usted el camino?

—¡Una empresa! —La ira del caballero desapareció al instante. Se puso de pie haciendo un ruido metálico y exclamó—: ¡Vamos, seguidme, queridos amigos, y hallaremos lo que buscamos o pereceremos en el empeño!

Jadeando, Raquel, Harry, Ron y Hermione ascendieron los escalones mareándose cada vez más, hasta que oyeron un murmullo de voces por encima de ellos y se dieron cuenta de que habían llegado al aula.

—¡Adiós! —gritó el caballero asomando la cabeza por el cuadro de unos monjes de aspecto siniestro—. ¡Adiós, compañeros de armas! ¡Si en alguna ocasión necesitáis un corazón noble y un temple de acero, llamad a sir Cadogan!

—Muchas gracias señor, ¡Adiós! —grito Raquel saludando con la mano.

—Sí, lo haremos —murmuró Ron cuando desapareció el caballero—, si alguna vez necesitamos a un chiflado.

Subieron los escalones que quedaban y salieron a un rellano diminuto en el que ya aguardaba la mayoría de la clase. No había ninguna puerta en el rellano.

Raquel y el prisionero de AzkabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora