7. Volando en Buckbeak

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˗ˏˋ CHAPTER SEVEN ˎˊ˗
(FLYING ON BUCKBEAK)

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Cuando terminó la clase de Transformaciones, se unieron a la multitud que se dirigía bulliciosamente al Gran Comedor; para el almuerzo

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Cuando terminó la clase de Transformaciones, se unieron a la multitud que se dirigía bulliciosamente al Gran Comedor; para el almuerzo.

—Ánimo, Ron —dijo Hermione, empujando hacia él una bandeja de estofado—. Ya has oído a la profesora McGonagall.

Ron se sirvió estofado con una cuchara y cogió su tenedor; pero no empezó a comer.

—Harry —dijo en voz baja y grave—, tú no has visto en ningún sitio un perro negro y grande, ¿verdad?

—Sí, lo he visto —dijo Harry—. Lo vi la noche que abandoné la casa de los Dursley.

Ron dejó caer el tenedor; que hizo mucho ruido y Raquel lo miro asustada tapandose la boca con las manos.

—Probablemente, un perro callejero —dijo Hermione muy tranquila

—No Hermione, si Harry ha visto un Grim, eso es... eso es terrible — aseguró Raquel asustada.

—S-si... Nuestro tío Bilius vio uno y.. ¡murió veinticuatro horas más tarde!

—Casualidad —arguyó Hermione sin darle importancia, sirviéndose zumo de calabaza.

—¡No sabes lo que dices! —dijo Ron empezando a enfadarse—. Los Grims ponen los pelos de punta a la mayoría de los brujos.

—Ahí tienes la prueba —dijo Hermione en tono de superioridad—. Ven al Grim y se mueren de miedo. El Grim no es un augurio, ¡es la causa de la muerte! Y Harry todavía está con nosotros porque no es lo bastante tonto para ver uno y pensar: «¡Me marcho al otro barrio!»

Ron movió los labios sin pronunciar nada, para que Hermione comprendiera sin que Harry y Raquel se enterasen. Hermione abrió la mochila, sacó su libro de Aritmancia y lo apoyó abierto en la jarra de zumo.

—Creo que la adivinación es algo muy impreciso —dijo buscando una página—; si quieres saber mi opinión, creo que hay que hacer muchas conjeturas.

Raquel simplemente les observaba a los dos sin querer meterse mucho más.

—No había nada de impreciso en el Grim que se dibujó en la taza —dijo Ron acalorado.

—No estabas tan seguro de eso cuando le decías a Harry que se trataba de una oveja —repuso Hermione con serenidad.

—¡La profesora Trelawney dijo que no tenías un aura adecuada para la adivinación! Lo que pasa es que no te gusta no ser la primera de la clase

Acababa de poner el dedo en la llaga. Hermione golpeó la mesa con el libro con tanta fuerza que salpicó carne y zanahoria por todos lados.

—¡Chicos ya vasta! —exclamó Raquel algo harta, intentando hacer que pararan. Los dos la ignoraron.

Raquel y el prisionero de AzkabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora