30. Pesadilla

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Su memoria era un lago turbio en el que flotaban reflejos de un sueño muy vívido, que sin embargo quedaba atrás a cada segundo que pasaba despierto. Sin saber muy bien por qué, sintió la necesidad de comprobar que de verdad había despertado.

Así que, con cuidado de no molestar a V-mon, salió de las sábanas y se dirigió hacia la terraza. Al apartar las cortinas, dos gorriones que había allí salieron volando por la ciudad. Pero lo extraño era que la terraza estaba abierta, y la corriente de aire le hizo tiritar de frío.

Al abrazarse a sí mismo para no perder calor, descubrió que estaba cubierto de sudor, y pronto notó que le dolían la garganta y la cabeza. En un segundo corrió a sacar una bufanda y ponerse las zapatillas, antes de ir a buscar el termómetro.

Al volver a la habitación, se lo sacó de debajo del brazo: marcaba 38,7 grados centígrados. V-mon se giró en la cama para mirarle.

—Daisuke, creo que hoy no me voy a levantar en todo el día...

—¡No me digas que tú también...! —se alertó. El chico le puso la mano en la frente—. Ay madre, ¡si estás ardiendo! Creo que nos hemos pillado una buena fiebre los dos. He tenido un sueño rarísimo.

—¡Yo también! Soñé que me arrastraba una cosa oscura por la arena.

—Yo también recuerdo algo de eso... ¿Hemos delirado lo mismo? —Al mirar hacia arriba para tratar de recordar, se cocinó en su nariz un estornudo que acabó con una violenta tormenta de mocos—. Bueno, al menos hoy no tenemos examen final... será otro martes sin ir a clase, supongo. Qué ganas de acabar ya el curso, de verdad. ¡Aún no me creo que vaya a estar con los mayores dentro de unas semanas!

Al limpiarse los mocos y mirar a su compañero Digimon, sin saber por qué, a Daisuke le embargó una inexplicable ternura. Se agachó frente a él y le empujó la mejilla con un dedo.

—Oye. ¿Te parece que hoy tengamos un día tonto? Vamos a estar bastante tiempo en la habitación, ¡puedo enseñarte a jugar al buscaminas! O podemos pasarnos el Analog World 2003 enterito, ¡lo que sea!

—Ah, ¡eso suena bien! Pero... ¿tú sabes jugar?

—Qué pregunta, ¡pues claro que sé! Y si no, supongo que podemos aprender juntos.

—¡Sí! —se animó V-mon, justo antes de estornudar también, y ambos suspiraron al vez—. A lo mejor deberíamos desayunar primero...

—Sí, y tomarnos algo para la fiebre. Tengo que preguntarle a Koushiro si los Digimon pueden tomar medicina. ¡Ah! Voy a decirles a los chicos que no voy a clase.

Mientras V-mon se adelantaba para ir a la cocina arrastrando los pies, Daisuke tomó su D-Terminal del escritorio y envió el mensaje a sus amigos.

«¡Buenos días a todos! Parece que V-mon y yo nos hemos levantado ardiendo de fiebre. Así que hoy me salto las clases. Si alguien me dice luego la tarea que mandan hoy, ¡graciaaas!»

Aunque no había mencionado a nadie en particular, los únicos que compartían clase con él eran Takeru y Hikari, pero decidió no decirlo directamente, por razones distintas para cada uno.

El elegido se sentó en su silla giratoria, reclinó la cabeza. Mientras meditaba para sí mismo, oía a V-mon discutir con el compañero Digimon de su hermana sobre quién se había puesto el bol de arroz más grande. Se echó a reír, y se levantó, negando con la cabeza.

—Bueno, pues ya está.

Apenas abrió la puerta de su habitación para marcharse, su móvil empezó a sonar. Era una llamada de Hikari.

Digimon 02: La noche de las mil nochesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora