08. Juego

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Frente a él se encontraba V-mon, o al menos eso parecía. Su amigo brillaba con el color del oro, como una estrella en medio del negro absoluto que les rodeaba. El Digimon le miraba con una leve sonrisa pero en silencio. No se le notaba en el rostro que había estado tal vez al borde de la muerte.

—Oye Daisuke, ¿quieres que juguemos a algo?

Además de sonar extrañamente alegre a pesar de lo que acababa de ocurrir, el dragón se veía totalmente tranquilo. Su tono de voz también era ligeramente menos aniñado que de costumbre.

—V-mon, ¿qué te ocurre? ¿Por qué estás brillando?

—¿Por qué crees que es?

—No lo sé... ¿Hemos activado el Digimental de los Milagros? Hace tanto tiempo que no lo veo...

—¿Es eso lo que estás esperando, Daisuke? —preguntó el dragón, sin apartar sus ojos de los de él—. ¿Estás esperando un milagro?

La sensación que transmitía era muy extraña. Aunque Daisuke no percibía el menor atisbo de hostilidad en él, había algo diferente del V-mon que conocía. Al asomar la inseguridad, dio un paso atrás, y en ese instante se encendieron varias pantallas holográficas en color azul, que quedaban a la izquierda y derecha de ambos, formando una especie de pasillo.

No se sabía dónde acaba ni dónde terminaba, ya que tanto las paredes como el suelo eran negro puro que no reflejaba ninguna luz, y las pantallas sólo aparecían relativamente cerca de ellos. Todas mostraban imágenes de lugares y personas que Daisuke conocía. Era parecido a un álbum de fotos virtual, aunque no reconocía muchas de las memorias.

—V-mon, no sé qué está pasando, pero no me gusta nada. ¿No recuerdas el ataque? La sombra, la caída... ¡la habitación! ¡Tenemos que encontrar la forma de volver a casa!

—¡Por eso estamos aquí! —rio el Digimon—. Para abrir la puerta que nos lleve de vuelta, primero tenemos que encontrar la llave.

Digimon 02: La noche de las mil nochesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora