Un joven piloto caminaba entre los espesos bosques de una tierra desconocida, su uniforme de la segunda guerra mundial se encontraba rasgado y lleno de polvo a causa de haber pasado la mayor parte del día buscando una salida de aquel misterioso lugar. Esa mañana su avión había sido atacado y en un esfuerzo por mantenerlo había desviado su dirección hacía ese lugar donde casi media hora después había caído. Él joven se encontraba agotado después de haber recorrido gran parte de aquel bosque, sobre todo se preguntaba si habría caído en una zona habitada o de lo contrario se encontraría en graves problemas.
Al caer el ocaso el joven se detuvo a descansar sobre el tronco de un viejo árbol, suspiro frustrado mientras pasaba sus manos sobre su cabello azabache. La tarde era fría y se notaba que la noche sería aún peor, así que después de unos minutos decidió buscar leña para encender una fogata y protegerse de la helada noche, así como de las bestias que se ocultaban tras ella. Media hora después el chico se encontraba tranquilamente encendiendo el fuego hasta que escucho un par de suaves pisadas en la nada.
Se alertó al comprobar que su sensación de ser observado no era tan errónea como creía. Para evitar alertar a quien lo acechaba fingió no percatarse de nada y sin más se adentra nuevamente en la aparente búsqueda de más leños, solo un par de minutos bastaron para que su espía cometiera un error y él lo descubriera.
Su rostro alerta disminuyó al percatarse de que quien lo había estado espiando era una joven chica de tal vez 19 años.
—¿Estas bien? —preguntó la chica de la nada mientras se acercaba a él sin ningún temor—. Estás herido.
Él siguió la dirección de su hipnótica mirada hasta poder ver las manchas de sangre seca en su chaqueta.
—Estoy bien, solo eso solo fue un leve sangrado—respondió tranquilamente—. ¿Por qué estabas espiándome?
La joven sonrió débilmente.
—Solo tenía curiosidad de saber quién eras, casi nadie viene por aquí.
—Por lo que has dicho asumo que vives cerca de aquí y si es así me gustaría saber dónde nos encontramos.
La joven lo miró profundamente y después hacia el fuego a unos metros de ellas, las llamas bailaban ante ellos tan vividas y llamativas como los rizos pelirrojos que enmarcaban su rostro.
—Estamos en Transilvania —respondió finalmente—, por tu vestimenta asumo que eres un soldado más de la guerra, ¿piloto aviador o me equivocó?
—No, no te equivocas —extendió su mano con educación—, soy Patrick Jackson miembro de la fuerza aérea norteamericana.
—Stelle Tepes —dijo respondiendo a su saludo—. Me temo que estás muy lejos de casa Patrick, pero me alegro de que estés aquí —dijo sonriendo cálidamente mientras sus hipnóticos ojos azules brillaban en la oscuridad.