La llegada del heredero

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Los días y las semanas habían pasado desde la llegada de esas torturosas pesadillas. Esas que un día con la llegada de un misterioso hombre habían comenzado a aclararse.

—Me alegra al fin conocerte Perseus —murmuró el conde con tranquilidad mientras bebía una copa de vino.

Percy permaneció en silencio mostrando su obvia aversión a aquel lugar.

—Veo que no estás muy feliz de estar aquí.

—Tal vez sea porque no lo estoy.

El conde sonrió.

—No deseo tenerte aquí en contra de tu voluntad. Sabes que puedes marcharte en cuanto lo desees —lo miró fijamente— siempre puedo traer a Sally o a Estelle en tu lugar.

—No te atrevas a meterte con mi madre o mi hermana —murmuró apretando los puños con ira.

—Tranquilo, muchacho —dijo el conde al ver la ira brillando en los ojos del joven— mientras estés tú aquí no tengo ninguna necesidad de traer a ninguna de las dos.

Percy lo miró con rabia e impotencia por no poder librarse de él sin arriesgar a su madre o su hermana. Además, él ya tenía suficiente con haberse ido de casa dejando solo una carta.

—Mirrot, muéstrale a Perseus a su habitación —clavó sus ojos azules en el semidios—. Más tarde hablaré contigo, espero que estés cómodo. Ah y te advierto que no intentes ninguna estupidez, te estaré vigilando.

[***Horas después***]

—¿Ya vas a decirme por qué querías que viniera? —le pregunto Percy sin el más mínimo respeto.

—Esa no es manera de hablarle a tu bisabuelo.

—¿Tú mi bisabuelo? —exclamó mirando al hombre que no parecía superar los 30 años— no seas ridículo.

El conde río suavemente por la impertinencia del chico. De pronto se movió a velocidad vampírica hasta estar frente a él

—¿Te parece esto ridículo? —le pregunto observandolo directamente con los ojos teñidos de sangre.

—¿Qué demonios eres? —preguntó Percy estupefacto mientras tomaba a contracorriente de su bolsillo.

—Guarda eso —exclamó el conde sin dejar de mirarlo—, no voy a atacarte.

El conde retrocedió mientras sus ojos volvían a su habitual y frío tono azul.

—¿Vas a responder o no?

—¿Qué quieres que responda? —pregunto extendiendo sus brazos—. ¿Qué soy? ¿para qué te he traído?

Por un segundo ambos se miraron de manera retadora y con ese escaso segundo fue suficiente para que el conde Drácula pudiese ver la fiereza que se escondía tras los ojos verdes de Percy, esa misma fiereza que había en él y que demostraba que Percy sería su digno heredero.

—Bien, responderé todas tus preguntas —tomó su copa nuevamente—. Ponte cómodo querido bisnieto...

La herencia del dragón | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora