Yo... soy Acacia

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—Annabeth... Annabeth.

—Tranquilo, descansa pronto estarás bien.

[***2 años después***]

—Annabeth ya no existe —susurro ante el espejo—. Ahora yo... Soy Acacia.

Soy Acacia... Acacia... No, yo soy Annabeth... Por más que finja yo nunca será Acacia.

—Luces realmente hermosa esta noche Iubirea mea (Amor mío) —murmuro el Conde al entrar y verla en el elegante vestido negro que usaba.

Ella no respondió simplemente sonrió, sonrió con sonrisa vacía y sin vida.

—Que bueno que ya estás lista, nuestros invitados esperan por tu llegada.

Él le ofreció su brazo con caballerosidad para que después ambos bajaran al gran salón donde los vampiros clamaban la llegada del Rey y su próxima Reina.

—Su atención por favor —llamó Mirrot al grupo de vampiros.

—Acacia Iubirea mea bajo la brillante luna de esta noche y atenta mirada del mundo de las sombras te entrego este anillo —le dijo mientras colocaba el anillo en su dedo anular. Annabeth no parecía asombrada pues Mirrot se había encargado de revelarle el motivo de aquella reunión y de hacerle saber sutilmente que su respuesta a la petición debía ser un rotundo sí. —¿Me harías el más grande honor de ser nuevamente mi esposa?

Annabeth observó la antigua joya en su mano mientras sentía la penetrante mirada de Mirrot sobre ella.

—Sí... Aceptó.

Aceptó, una palabra que duele más que un fuerte golpe directo al corazón.

—Me has hecho el hombre más feliz de este mundo al aceptar ser mi esposa —exclamó antes de besar el dorso de sus manos mientras todos los vampiros presentes aplaudían.

«Y a mí el aceptar ser tu esposa me ha hecho la mujer más infeliz de este mundo.»

—Mi señor se honra en anunciarles que la celebración de su boda será durante la próxima luna de sangre que surgirá ante nosotros en una semana —anunció Mirrot ante la sorpresa de todos en especial la de Annabeth.

—¡¿Qué?! —murmuró Annabeth—... Eso es demasiado pronto.

—Una luna de sangre es la ocasión ideal para realizar nuestra unión, además fue durante una luna sangrienta que en tu otra vida me regalaste la inmortalidad —explicó él Condé.

—Pero yo...

«No quiero casarme contigo en una semana, ni nunca.»

—No sientas nervios Lubirea mea pronto seremos una sola alma y estaremos juntos por toda la eternidad.

«Estar junto a ti un solo día más ya es demasiado para mí, la eternidad será un completo infierno.»

[***]

—Luz de luna que apuñalas mi corazón esta noche, traele fuerza a su cuerpo y despierta su alma aún cuando condenes la mía... Señora de las encrucijadas dame la fuerza suficiente para caminar entre las sombras y vencer a los demonios que acechan mi camino... Iubirea mea has hecho sangrar mi corazón esta noche.

La herencia del dragón | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora