—Auuu —gimió de dolor al despertar—. ¿Qué pasó?
Su única respuesta fue el inquietante silencio.
Con un ligero y palpitante dolor de cabeza se levantó de la cama y aún más desconcertada al no reconocer la habitación camino a través de ella buscando una pista o una salida.
Cuando estaba cerca de la puerta esta se abrió sobresaltandola.
—Al fin despertaste.
El rostro de Annabeth demostró al instante una profunda confusión. ¿Quién era ese hombre? Y lo más importante ¿Por qué parecía tan feliz de verla?
—¿Quién es usted? —preguntó mientras analizaba su rostro en busca de respuestas, pero lo único que encontró en él fue una inexplicable felicidad y un ligero y escalofriante parecido con Percy.
—Es natural que no me recuerdes —sonrió—, pero te prometo que haré todo lo que esté en mis manos para lograr que pronto vuelvas a enamorarte de mí, mi dulce Acacia.
—No, no —negó retrocediendo un par de pasos—. Usted me está confundiendo yo jamás le visto por lo tanto jamás me he enamorado de usted... Además mi nombre es Annabeth no Acacia.
—Lo sé —sonrió avanzando lentamente hacia ella—. Sé que tu nombre en esta vida ya no es Acacia, pero aunque ya no lleves el mismo nombre sigues siendo la misma hermosa mujer de la que he estado enamorado siempre.
—Usted está muy equivocado —aseguró alejándose de él—. Yo no soy la persona que cree.
—Por supuesto que lo eres —susurró intentando tocar su rostro, pero sin poder hacerlo cuando ella retrocedió—. Eres la reencarnación de Acacia Tepes, mi antigua esposa... He esperado siglos por tu regreso.
—No —le dio la espalda— yo no soy la reencarnación de nadie... ¿Cómo es que has esperado siglos? —pregunto desconcertada.
—Sé que tienes muchas dudas y te prometo que las responderé, pero eso será después. Ahora descansa.
—No quiero descansar, lo que quiero irme de aquí —aseguró esquivando al Conde mientras caminaba hacia la puerta, pero él la sujetó antes de que pudiera marcharse.
—No voy a perderte otra vez.
—Suéltame —exclamó intentando soltarse de su agarre.
—Ya te perdí una vez, ya no te alejarás de mí nunca más.
—Por favor —le pido con la mirada nublada por el llanto, esas lágrimas que habían surgido cuando pronunció esas mismas palabras que tiempo atrás habían sellado una promesa.
Juntos pase lo que pase, juntos aún ante la misma muerte.
—Duerme Annabeth, duerme.
Y ante el poder de un antiguo vampiro ella cayó. Él la sostuvo llevándola hasta la cama donde la depositó.
—Ni siquiera la muerte nos podrá separar esta vez... Mi Acacia, mi dulce Annabeth.
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La herencia del dragón | Completa
Hayran KurguLa herencia del dragón busca a su heredero.