Una Reina entré las Reinas

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—Tengo que hacer algo —murmuro mientras vagaba por los pasillos del castillo—, esto no se va a quedar así.

Siguió caminando mientras pensaba en una solución, pero entre más pensaba más era el coraje que sentía.

—Tal vez yo tenga una solución a tu problema —escucho a una voz susurrar entre las sombras.

—¿Qué clase de solución? —preguntó mientras se acercaba.

—Una para evitar que la herencia de Drácula sea cobrada.

—¿Mirrot? —dijo al reconocer la voz del fiel sirviente de Drácula.

Al ser reconocido él hombre salió de entre las sombras donde se ocultaba.

—¿Qué ganas tú con eso? —le interrogó Percy sin fiarse del todo en sus palabras.

—Sin mi señor, el mundo vampírico será un completo caos. Los vampiros somos de una naturaleza rebelde —explico—, la mayoría de los vampiros nunca respetaron a la señorita Stelle solo por ser mitad mortal, contigo en el mando no pararían las rebeliones. Lo siento muchacho, pero sólo Drácula es capaz de mantener el orden de los vampiros.

—No te preocupes no me interesa ser el líder de los vampiros —dijo confiando en las palabras de Mirrot—. Bien ¿Cuál es la solución que me ofreces?

Mirrot sonrió con satisfacción.

—Sígueme —dijo comenzado a caminar.

Percy lo siguió en silencio por un par de minutos mientras se internaban cada vez más en la obscuridad de desconocidos pasillos.

Llegaron hasta una pequeña entrada donde el viejo vampiro tomó una antorcha, abrió la puerta revelando una habitación completamente sumergida en la obscuridad. Mientras Mirrot encendió las antorchas que había en aquella cripta Percy comenzó a explorar la amplia habitación donde yacían varias tumbas.

—¿Qué hacemos aquí?

—Ahora lo verás —respondió mientras se dirigía a un par de tumbas que sobresalían sobre todas las demás.

Percy lo siguió hasta ellas.

—Rivka Vasilescu —leyó con dificultad—. ¿Esta es la tumba de mi bisabuela?

—Si —murmuro Mirrot concentrado en la tumba más grande—. Pero ella no es quien importa ahora.

Percy se concentró en la tumba más grande la cual parecía mucho más antigua y con dificultad leyó la inscripción en ella. —Acacia Tepes, una reina entre las reinas.

—Mi señora es la única que puede mantener a Drácula en esta vida —exclamó Mirrot de manera extraña.

—Pero Acacia está muerta —dijo Percy algo incómodo por la expresión de Mirrot.

—¿Lo está? —exclamó el vampiro con una extraña sonrisa mientras empujaban la tapa de la tumba.

—¡¿Qué estás...?! —se detuvo cuando la tapa cayó a un lado—, está vacía.

—Si —respondió Mirrot— y a ¿qué crees que se deba? —preguntó insinuadamente.

—¿Acaso estás diciendo que ella está viva? ¿Cómo es eso posible?

—Inmortalidad —dijo en respuesta a la última pregunta.

—Drácula jamás mencionó que hubiese convertido a su esposa.

—Porque no lo hizo —respondió observándolo—. Fue Acacia quién convirtió a Drácula en vampiro. Ella es una poderosa hechicera —explicó ante la expresión de incredulidad de Percy— y se decía que descendía de los mismos dioses.

«Acacia es una semidiosa» pensó Percy.

—Cuando los Turcos invadieron Transilvania ella solo pensó en proteger a mi señor así que lo transformó en lo que ahora es. Acacia Tepes es la creadora del vampirismo.

—Pero ¿Comó es...? —exclamó sin entender—, ¿Si ella está viva por qué no está aquí?

—Bueno cuándo mi señor se transformó causó mucho caos especialmente contra los Turcos y pronto nuestro pueblo noto que algo sobrenatural estaba pasando —entrecerró los ojos con odio— los humanos tienen a despreciar todo lo que es diferente y que no entienden... Por eso organizaron una carnicería contra su salvador y cuando la señora Acacia lo descubrió se echó la culpa de todo para proteger a mi señor... Ella fingió su muerte para apaciguar la ira de todo Transilvania. ¿Ahora lo entiendes?

—Si —murmuro.

—Acacia es la única que le devolvería las ganas de vivir a mi señor. Encuéntrala y la herencia del Dragón jamás tendrá que ser cobrada.

La herencia del dragón | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora