La debilidad del Dragón

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Después de esa acalorada discusión Percy se había retirado a su habitación.

La rabia he impotencia que sentía en esos momentos contra el Conde era algo que no podía ocultar. Simplemente no quería ceder ante él, no quería convertirse en el próximo Drácula y tener que alejarse de todo lo que amaba. Acaso los destinos no habían tenido ya suficiente de él como para dejarlo ser feliz de una vez por todas.

Por un momento pensó en su madre en lo angustiada que estaría por la forma tan inesperada en la que se había ido, pensó en su hermanita Estelle, en sus amigos en el campamento, pero sobre todo pensó en Annabeth.

Dioses si él lograba regresar ella definitivamente iba a patearle el trasero.

—Podrías calmarte vas a derrumbar mi castillo —murmuró Vlad de pie junto a la puerta.

Ante las palabras del conde se percató por primera vez que el suelo bajo sus pies estaba temblando, cediendo ante la ira del hijo del sacudidor de la tierra, incluso noto como el agua de los floreros temblaba con cierta violencia.

Suspiró intentando calmarse.

—Entiendo que no quieras esta vida, pero ya es momento de que yo sea liberado por este sacrificio y lamentablemente solo alguien que lleve mi sangre puede ser mi sucesor y no me culpes a mí culpa a la maldita lealtad que corre por la sangre de los Tepes.

Percy se levantó a toda prisa de su cama al ver a Drácula alejarse de su puerta. Él jamás se había quedado de brazos cruzados esperando a que sus enemigos lo destruyeran y esta no iba a hacer la excepción.

Al salir de la habitación encontró a Vald en el pasillo contemplando la pintura de una hermosa mujer. Había visto esa pintura antes, pero no le había prestado atención, pero ahora que lo hacía podría notar la belleza de la dama, la amable sonrisa dibujada en su rostro y esa sonrisa le recordó a su madre.

—¿Ella era tu esposa? —preguntó con curiosidad. Recordó una vieja frase dicha por Annabeth: "La información es conocimiento y el conocimiento es poder" tal vez si conocía más el pasado del conde pudiese encontrar algo que le permitiera vencerlo.

—No —respondió con un extraño suspiro—. Ella era la princesa Rivka, la madre de mi hija Stelle.

Ahora entendía por qué aquella mujer le había recordado a su madre.

—¿Ella era como tú?

—No, ella fue mortal hasta su último día —murmuró pensativo.

—Y no la amabas —dijo de la nada al leer más allá de su expresión.

—Estuve cerca de hacerlo, pero ella no era Acacia, mi Acacia la única mujer que he amado siempre.

Fue extraño para Percy compadecerse al verlo pensar en su antigua esposa. Al parecer el recuerdo de un fantasma era la única debilidad de Drácula.

La herencia del dragón | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora