Mía

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Tomo su mentón levantando su rostro.

—No debí dejarte ir —murmuró—. No puedo dejarte ir —la tomó de los hombros levantándola en el proceso—. No dejaré que te vayas nunca.

—No me hagas esto —pidió.

—Lo siento.

—No Percy, no.

No pudo evitarlo, lo necesitaba tanto como alguna vez necesito el oxígeno para respirar.

—No.

Él la rodeó con sus brazos apretándole contra su pecho, podía sentir su agitada respiración mientras intentaba soltarse de él desesperadamente.

—No, no lo hagas por favor.

—Lo siento —dijo apartando su cabello—, pero no puedo evitarlo.

—No por favor.

—Quiero que seas mía, siempre mía.

Y sin pensarlo hundió sus dientes sobre la blanda y suave piel de su cuello. Sintió la calidez burbujeante de su sangre en su boca, saboreo con anhelo el exquisito sabor de su sangre.

—Siempre serás mía —murmuró separándose—. Mi Annabeth.

Realidad.

—Dioses ¿qué está pasando? —murmuró con la respiración agitada al despertar.

Esas pesadillas estaban comenzado a molestarlo seriamente, él no entendía lo que pasaba, para él nada de eso tenía ninguna explicación.

Miro a la rubia que dormía tranquilamente junto a él y por un momento se sintió verdaderamente preocupado no por él, sino por la simple posibilidad de poder lastimarla.

Lastimarla era lo que menos deseaba en este mundo, incluso estaba convencido de que prefería morir o desaparecer antes de hacerle daño a Annabeth.

La chica se removió incomoda a su lado hasta despertar.

—¿Estas bien? —le pregunto al ver su expresión afligida y sobre todo la preocupación brillando en sus ojos verdes.

—Si, no te preocupes —mintió mientras la atraía hacia sí—. Todo está bien.

[***]

***Transilvania***

—¿Qué noticias me tienes? —pregunto sin emoción alguna.

—He estado vigilando a su nieta y a su bisnieto y creo que usted tenía razón debe ser él su heredero —admitió con respeto—. Hay algo en ese chico y no dudo que su herencia tarde mucho en despertar.

—Muy bien entonces date prisa —bebió un sorbo de su copa—. Estoy cansado de esperar necesito dejar esta vida atrás y al fin descansar.

—Con todo respeto mi señor —murmuró Mirrot—, no entiendo porque desea perder su inmortalidad y todo el poder que usted tiene.

Drácula posó su fría mirada en él.

—Cuando has vivido tanto tiempo el cansancio comienza a pesarte y en mi caso ya no hay nada que me haga querer seguir viviendo —expresó con cansancio—. Esta vida se ha vuelto aburrida para mí, si tan solo mi amada esposa no hubiese muerto.

—Entiendo que la soledad se ha vuelto dura después de tantos siglos.

—Más que eso Mirrot, más que eso... mi destino está por terminar. Ya es momento de que alguien reclame la herencia del dragón, es momento de que un nuevo rey surja.

Y cuando un Rey cae, una Reina más poderosa surgirá.

La herencia del dragón | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora