Capítulo 8

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Mi ropa estaba salpicada de sangre, mi estómago estaba revuelto. Si no fuera por la cinta en mi boca, hubiera vomitado ahí mismo. Toda la habitación daba vueltas, los chicos se veían borrosos. Me fui de lado derecho y caí contra el piso golpeando mi cabeza. No podía ver nada en ese momento, pero escuchaba con claridad su voz, su horrible voz. Escalofriante.
-Primero una pierde y ahora la otra se desmaya, muy mal día- dijo en voz alta.
Sus botas resonaron en el suelo, junto a algo más. Estaba arrastrando el cuerpo de la chica, de Valentina. Se deshacía de su cuerpo, ¿dónde lo tiraría entonces? De seguro en un lugar muy secreto, porque si ya había hecho eso y la policía seguía sin nada, era por algo.
El llanto se seguía oyendo cuando el se fue. Yo seguía tirada en el piso, mis náuseas ya no estaban pero el miedo me tenía congelada allí mismo.
Todos somos valientes hasta que el miedo se apodera de nosotros. Y no podemos hacer nada contra el. Nada.

Abrí los ojos sólo para ver las sucias y paredes mohosas de aquella habitación solitaria y deprimente. Las cosas no cambian cuando despiertas después de dormir un rato. Nada había sido un sueño, mi ropa aún tenía sangre, mis ojos ardían por las lágrimas, mis manos y pies seguían atados y sobre mi boca permanecía la cinta. Mal. Muy mal.
Tarde o temprano todos íbamos a morir en manos de aquel psicópata. Incluso yo. Ya podía sentir el filo del cuchillo de mi garganta.
***

"Julio 14
Gran grupo desaparecido.
Después de las anteriores y numerosas desapariciones anteriores hubo un tiempo de calma, pero eso ha terminado, la noche del sábado doce de julio un grupo de nueve jóvenes y un adulto se reunieron para una celebración veraniega, que se comenzó a realizar en una residencia en La Calle Maldita, después de un rato los jóvenes y el adulto salieron a hacer unas compras y según los padres del joven anfitrión los chicos jamás volvieron.
Los chicos desaparecidos son identificados como: Miguel Rodriguez, Nahomy Rosales, Alexa y Alexander Miranda, Emma Castillo, Maria Torres, Ernesto Fernández, Freysbett Vasquez y Zuli Gimenez.
Algunos creen que el adulto que andaba con ellos, conocido como Darwin Arrieche es el responsable de la desaparición de los jóvenes, incluso se le cree culpable de las desapariciones de antes, pero una investigación hecha por las autoridades demuestra que es completamente inocente, Darwin Arrieche de treinta y dos años tiene las cuartadas perfectas y sin falla alguna, además de que los testimonios de los padres de los jóvenes aseguran que es un gran amigo de los chicos. La esposa de Darwin también ha asegurado que él no sería capaz de hacer algo así. Mientras las autoridades continúan con la búsqueda.
Ver más, pag 3."
**
Buitre se levantó de su gran asiento y bajó las escaleras directo al sótano, sacó la pequeña y vieja llave de su bolsillo y abrió la puerta del lugar con ella. La puerta se abrió con un chillido y Buitre encendió su gran y enceguecedora linterna. Había un largo pasillo de puertas, y detrás de cada una de esas puertas se encontraba cada una de sus víctimas, sonrió al pensar en sus rostros aterrados, siguió adelante en el pasillo y allí había otra puerta, la abrió lentamente y ahí estaba la vacía y gran habitación donde los reunía, podía ver las gotas de sangre de aquella chica rebelde, no había sido tan divertido matarla con rapidez, pero se había divertido con la reacción de horror de los demás, eso había sido entretenido. Sabía que aquellos chicos nuevos, su carne fresca, lo tendrían distraído un largo tiempo, y el aprovecharía ese tiempo. En su mente se imaginaba mil y un maneras de divertirse con sus nuevas víctimas, ya habían visto a una chica morir, ahora tocaba hacerlos pensar a ellos que morirían, y tal vez matar a uno, no acabaría tan rápido con ellos, sería como acabar con lo más divertido del mundo, y eso era lo que menos quería. No. Él los acabaría lenta y dolorosamente, de una manera morbosa y excitante. Si. Jugaría con sus mentes volviendo su terror y dolor en algo más, algo más fuerte, algo horrible. Oh que delicioso. Su piel se volvía a erizar, de verdad estaba excitado. Necesitaba satisfacerse con el dolor de aquellos jóvenes, tal vez era lo que más placer le causaba, ninguna mujer o hombre logró hacerlo sentir también en la intimidad, no de la misma manera en que el dolor, claro, cuando el causaba ese dolor. Nada superaba al dolor, y eso era algo de lo cual él estaba muy conciente. Oh el dolor, delicioso dolor.
Sonrió y fue a reunirlos a todos.
***
Intenté llorar, pero no pude. Estaba seca, literalmente seca. Ya no había lágrimas, además, estaba sedienta, muy sedienta. Necesitaba agua, aunque por un momento deseé morir deshidratada, ahí mismo, todo con tal de no morir en manos de aquel demente, pero sabía que si me ofrecía agua la aceptaría, porque no quería morir, de verdad no quería, esperaba despertar tarde o temprano y que todo fuera un sueño, aquello era imposible, pero era lo único que mantenía mi fuerza de voluntad, lo único que impedía rendirme, eso y...
Oí sus pasos, las grandes botas contra el suelo, y luego la puerta se abrió con un chillido, cargaba una gran linterna con la cual iluminaba toda la habitación, él era enorme, demasiado enorme y tenía algo en sus manos, un envase de litro y medio de Pepsi, pero con agua. Mi corazón se aceleró y el se acercó a mi levantándome del suelo.
-Vas a beber sin gritar o te rompo el cuello- dijo. Su voz me causaba escalofríos.
Quitó la cinta de mi boca y me dio de beber del agua como una madre da a un bebé con su biberón, solo que más mortal. Una vez que me tomé la mitad del envase, sacó otra cinta de su bolsillo, recortó un pedazo con sus manos y lo colocó sobre mi boca. Se levantó sonriente e hizo que me levantara, entonces dijo:
-Es hora de jugar...

Comunidad Ratón © [Sin Editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora