Todos estábamos en aquella habitación vacía, asustados, atados, manchados de sangre y sin poder hablar. Me había tocado estar entre Darwin y Freysbett. Darwin estaba estático, parecía que ni siquiera era consiente de si mismo, ni del lugar donde estaba, a penas y parpadeaba. Freysbett temblaba, sus ojos rojos reflejaban que había llorado mucho.
Tenían tanto miedo como yo. No. Miedo no. Terror.
Él volvió haciendo resonar sus grandes botas contra el suelo, y con esa gran sonrisa macabra.
-¿Quién está listo para jugar?- preguntó sabiendo que nadie respondería-. Hoy jugaremos a las escondidas, yo cuento y ustedes se esconden. No hay escape. Las paredes son a prueba de ruidos. Así que ni lo intenten. Quitaré las cintas de sus bocas y los desatare, si intentan luchar los mato- sacó una navaja de sus bolsillos y la luz brilló sobre la hoja de esta. Él no paraba de sonreír.
Poco a poco cortó nuestras ataduras y las cintas sobre nuestras bocas. Nadie luchó, todos nos quedamos en completa quietud, llorando o temblando en silencio.
-Los dejaré mientras preparo el lugar para el juego. No intenten nada- salió por la puerta de aquella habitación y la cerró tras el.
Todos suspiramos, y yo me tiré sobre el suelo, no aguantaba más, no podía...
-Sus juegos jamás acaban- dijo alguien y levanté la vista. El niño Julian. Se veía terrible, demasiado delgado y sucio, con muchas manchas de sangre y ojeras.
-¿Qué quieres decir?- preguntó Alexa muy nerviosa.
-No parara nunca. Siempre quiere divertirse- respondió él niño.
-¿Cómo no lo descubren?- preguntó Nahomy mirando para todos lados con cierta paranoia.
-Es muy minucioso- respondí al recordar la historias de asesinos que había leído.
-Cuando nos encuentren estaremos muertos- dijo Maria aguantando las ganas de llorar, sus ojos además de rojos estaban cristalizados con lágrimas que pedían salir.
-Ni siquiera le dije "Te quiero" a mis padres antes de salir...- comentó Miguel, más para si mismo, que para los demás.
-Moriremos- susurró Ernesto escondiendo su rostro entre sus piernas.
--Los amo chicos- dijo Darwin con la mirada perdida-. Lamento no haber podido hacer nada para salvarnos- apretó los puños con furia-. ¡LO SIENTO!
-No fue tu culpa Darwin- respondió Zuli.
-Todos hicimos mal al venir acá- dijo Freysbett.
-Rompimos las reglas y ahora pagamos las consecuencias- susurré-. Consecuencias mortales.
-Hasta aquí llegamos- dijo Alexander y todos asentimos.
Miré el pequeño foco que colgaba del techo de aquella habitación, era la única luz que vería, y también la última, estaba dispuesta a esforzarme, pero sabía que tarde o temprano moriría a monos de aquel psicópata, que todos lo haríamos, así como lo habían hecho los chicos que estuvieron antes de nosotros, así como lo harían los chicos que vinieran después de nosotros, porque obviamente habría más y más, hasta que aquel demente muriera, cosa que no podía ocurrir con rapidez ni facilidad. Aunque nadie era inmortal, él parecía serlo, como si la sangre y el dolor de los demás lo hiciera más fuerte y le diera más vitalidad. Mientras que nuestra vida reducía.
Solo tenía una palabra en mi cabeza: Mierda. Mala palabra o no, me daba igual, si iba a morir podía decir o pensar la groserías que quisiera, ¿quién me iba a juzgar? Estaba en todo mi derecho, ¿para que tener clase si iba a morir de una manera sucia y sangrienta? A mi asesino no se le ocurriría no matarme si mi vocabulario era el mejor, nada que ver. A él también le daba igual, solo quería divertirse...
La puerta se abrió y el terror volvió. Ahí estaba él de pie.
-Todo listo- dijo con aquella sonrisa sádica. ¿Qué no le dolía sonreír tanto de aquella manera?-. ¿Algo que decir antes de nuestro juego?
-Nadie dirá nada- repuso Zuli con molestia.
Él intentó mantener su sonrisa, pero se notaba molesto. Zuli lo había sacado de quicio. ¿Quién lo diría? La condenada ya le estaba dando verdaderos motivos para matarla, ¡Dios! Zuli no tenía límites. Ni siquiera en sus últimos momentos.
-Voy a contar hasta setenta, hay unas cuantas habitaciones por el largo pasillo que está cruzando esta puerta, en cada habitación habrá unas cuadras cosas que servirán de escondite, ustedes eligen- comenzó a decir, más calmado-. No hay salida del pasillo ni de las habitaciones, si los descubro... bueno ya verán- abrió la puerta y se hizo a un lado-. Adelante.
Todos salimos corriendo de allí, asustados de que si nos quedábamos nos haría algo. Necesitaba un buen escondite, no quería ver que pasaba si me encontraba, no estaba dispuesta a eso.
Los chicos entraban a diferentes de las puertas que habían por aquel largo pasillo, incluso Darwin corría como nunca lo había visto correr. Querían sobrevivir al menos unas horas más. Yo no sabía a donde ir, pero al final opté por la última puerta del lado derecho, no había visto a nadie entrar ahí, así que tal vez tendría mejor oportunidad de esconderme.
Todo estaba oscuro, totalmente oscuro. Mierda, no lograba ver nada. Caminé a tientas con las manos en frente para no chocar con nada. Obviamente había cerrado la puerta, sería menos evidente. Caminé y caminé hasta que mis manos tocaron la pared, no había encontrado nada, entonces, con las manos aún sobre la pared me fui hacia un lado, y choqué con algo. Una mesa pequeña y redonda. ¿Cómo diantres usas una de esa para esconderte? No me la había puesto fácil. Estaba nerviosa, muy nerviosa. Mi escondite apestaba. Fue entonces cuando algo se me ocurrió. Volteé la mesa de lado, para que diera a parecer que me escondía tras ella, entonces me fui hacia el lado contrario, y me quedé en la esquina, esperando que mi respiración acelerada no me delatara, entonces ahí todo tuvo sentido. ¡La linterna! Él tenía una linterna. Me iba a encontrar en la esquina con rapidez. ¡Estaba pérdida!
Corrí como loca por el lugar buscando como esconderme. Choqué varias veces con la pared y tropecé con un montón de cajas muy pequeñas, y mi cerebro funcionó. Cajas pequeñas, más chica pequeña. Perfecto, podía hacer algo con ello. Tal vez...
Y justo en ese momento su grito se escuchó:
-¡Listos o no, allá voy!
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Comunidad Ratón © [Sin Editar]
HorrorSólo éramos un grupo de amigos pasándola bien; siendo traviesos y divertidos, unos completos locos de remate, jamás imaginamos que las cosas se saldrían de control, pero así fue... Todo resultó en desastre.