Oscuridad y silencio. Dos terribles combinaciones.
De pequeña solía temerle a la oscuridad, como la mayoría de los niños, pensaba que había cosas allí, que alguna criatura se escondía ahí para comerme tan pronto me descuidara. Al crecer el miedo no fue desapareciendo, seguía allí, porque yo sabia que no todo en la vida era tan bueno, y que algo tan grande y misterioso como la oscuridad no podía traer flores y corazones, y así fue durante mucho. Hasta que un amigo me dijo una vez: "La oscuridad es sólo la ausencia de luz. Mientras tú seas luz, no debe importar nada." Y más nunca le tuve miedo a la oscuridad.
Ni en ese momento, porque en ese momento temía que apareciera la luz, la luz de su linterna. Temía profundamente a la luz. La oscuridad se había vuelto mi refugio desde aquella noche, la noche que mi vida se arruinó y que comenzó la cuenta de los días que me quedaban.
Escuché sus pasos por el pasillo y me quedé estática. Estaba hecha un pequeño ovillo bajo un grupo de cajas pequeñas. Por primera vez ser tan pequeña servía de algo. Sólo rogaba para que no me encontrara, no quería cometer un error al moverme y que el montón de cajas cayera revelando mi escondite. O que mi respiración se agitara demasiado volviéndose audible. Entonces solo cerré los ojos y esperé lo peor.
Un rato después la puerta se abrió. Ahí estaba. La luz. Apreté los ojos con más fuerza e intenté no moverme ni un poco. Se paseó de un lado a otro, podía oír con claridad como caminaba. Esas botas grandes no lo hacían muy sigiloso. Estuvo ahí un rato, moviendo su linterna y moviéndose él, hasta que se cansó, se alejó a grandes pasos y cerró la puerta tras él. Esperé un rato, escuchando como caminaba por el pasillo, ahí fue cuando suspiré aliviada.
Viviría un poco más... ¿O no?
***
-Salgan todos ya tenemos a nuestro perdedor- gritó Buitre lo suficientemente fuerte para asegurarse de que hubiéramos escuchado todos- salgan porque los encontraré también y mi cuchillo igual.
Me levanté como rayo y caminé buscando la salida de aquella habitación. No quería ser mala pero deseaba que el perdedor hubueea sido Julian y no alguno de mis amigos. Lo se, es terrible, pero en mi situación tú hubieras hecho lo mismo.
Encontré la puerta y salí. Buitre estaba frente a la habitación donde solía reunirnos a todos, tenía un cuchillo grande en su mano y la puerta estaba cerrada. El perdedor estaba ahí adentro, vi a mis amigos salir, y sentí alivio. Viviríamos otro día más. Buitre sonrió y sacó una cinta de sus bolsillos.
-Ahora formense- anunció y así lo hicimos. Yo quedé de última atrás de Ernesto.
La altura de Ernesto no me dejaba ver hacia adelante. Quería saber que hacía Buitre con mis amigos. Estar segura de que todos estaban ahí. Entonces cuando logré ver por un lado, el desastre comenzó.
Ahí estaba Julian y había saltado sobre Buitre, haciéndolo tirar su cuchillo, Julian parecía una pequeña araña saltarina. Darwin se apresuró y tomó el cuchillo del piso en lo que Buitre tiraba a Julian al suelo. Lo habíamos dejado sin arma, éramos más. Sentí emoción y adrenalina. ¡Estábamos a salvo!...
Entonces Buitre se llevó una mano a la espalda y sacó una pistola.
Estábamos fritos.
-Suéltalo- le dijo a Darwin apuntandole con la pistola, pero Darwin no le hizo caso, entonces le apuntó a Miguel que estaba atrás de él-. Suéltalo- repitió y Darwin dejó caer el cuchillo un poco lejos de él.
Buitre recogió el cuchillo con rapidez y se acercó a Julian que estaba levantado frente a él. Y sin más que decir, disparó, y el tiro atravesó el cuello del niño.
La sangre salía a chorros, Julian estaba sobre el piso y se contorsionaba un poco.
Me dio miedo, y asco. Entonces volteé hacia otro lado. No podía ver más de eso, no quería. Entonces comencé a llorar y Ernesto me abrazó.
Normalmente veías a Ernesto y pensabas que era un chico duro de corazón, eso había pensado yo por años, hasta que un día Freysbett me dijo: Ernesto puede ser serio, muy serio, pero como amigo el siempre está para uno.
Y tenía razón. Ahí estaba yo llorando sobre la playera de Ernesto y a él ni siquiera le importaba, solo me abrazaba porque estaba sufriendo.
Avanzamos y avanzamos hasta volver tener las manos atadas y la boca cubierta con cinta. Entonces fue cuando Buitre abrió la puerta...
Zuli estaba ahí.
Zuli podía ser difícil y a veces fastidiosa. Pero era mi prima. Fue cuando sentí que mi corazón se encogía.
Estaba atada de pies y de manos, pero su boca no estaba cubierta con cinta.
Buitre se acercó a ella con su cuchillo en mano, y el arma en sus pantalones.
-Bueno perdedora. Recibirás tu castigo- le dijo Buitre a Zuli con notoria satisfacción.
Clavó el cuchillo en el vientre de mi prima y ella gritó de dolor, unas cuantas lágrimas salieron de sus ojos mientras la sangre manchaba su blusa.
Sangre. Sangre. Y más sangre. Ya los relatos de horror perdían el gusto para mi.
Buitre sostuvo a Zuli por el cabello mientras ella gritaba de dolor, y su sangre fluía ensuciando toda su blusa. Volteé el rostro pero me encontré con el cuerpo de Julian tirado en el suelo; por donde mirara había muerte. Y sangre.
Era abrumador, y mis náuseas no ayudaban. Jamás quise eso para ninguno de nosotros, jamás pensé que nos podía ocurrir algo así, nadie nunca quiere sufrir una experiencia de esas, pero muchos no podemos evitarlo, el mal llega cuando quiere llegar, y desafortunadamente los demás sufríamos por eso.
-¿Una última voluntad?- preguntó Buitre a mi prima, y los miré.
Zuli gimió de dolor y dijo:
-Si. ¡Vete al infierno!- exclamó Zuli.
Después de eso Buitre tomó su cuchillo lo clavó sobre el pequeño cuerpo de mi prima, y lo dejó caer sobre el piso.
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Comunidad Ratón © [Sin Editar]
HororSólo éramos un grupo de amigos pasándola bien; siendo traviesos y divertidos, unos completos locos de remate, jamás imaginamos que las cosas se saldrían de control, pero así fue... Todo resultó en desastre.