Capítulo 10

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Julio 15
"¿Dónde están los chicos?
Nadie sabe nada aún de los jóvenes desaparecidos, después del cuerpo de Carolina Paez, no se encontró ningún otro. Autoridades sospechan que los demás aún sobreviven.
Sociedad en pánico a causa de las desapariciones. La calle maldita es ahora un lugar prohibido, incluso los habitantes de esta zona han sido retirados de allí.
El miedo crece en todos y las autoridades no logran nada
Ver más, pag 4 "
***
El Detective Lopez observó mientras el señor y la señora Rosales tomaban asiento. Eran los primeros en el interrogatorio. El señor se veía serio y firme, a diferencia de la señora, más vulnerable y triste.
-Comencemos- dijo el Detective abriendo su expediente en la primera página, donde había una fotografía de Nahomy sonriendo-. Estoy al tanto de que su hija se había quedado varias veces en casa de la familia Rodriguez.
-Si así es, llevaban años estudiando juntos- respondió la señora con más tranquilidad.
-También tengo entendido que confiaban en la supervisión adulta de los señores Rodriguez y el señor Arrieche- prosiguió el Detective.
-Mire oficial, todas estas dudas, inquietudes y preguntas ya las hemos respondido un montón de veces, lo único que queremos es que encuentren a nuestra hija ¿¡de acuerdo!?- exclamó el señor Rosales y se colocó de pie seguido de su esposa-. Cuando tenga algo importante que decirnos nos llama.
Entonces ambos salieron y el detective pasó la hoja con la fotografía de Nahomy, y una hoja con la fotografía de los hermanos Miranda apareció. Los padres de los chicos Miranda entraron, ambos con paso firme, y tomaron asiento frente al detective.
-Sus hijos normalmente no salen mucho juntos a no ser que sea por alguna celebración o algo parecido ¿no?- preguntó el Detective justo cuando ellos se sentaron.
-Así es- respondió él señor Miranda.
-¡Nadie va a decirle nada más, todos estamos hartos de no saber donde están nuestros hijos y de que la policía sólo se siente a tomar café y rascarse la panza!- exclamó la señora Miranda con determinación.
-Karolina, relájate- le dijo su esposo, pero ella no lo escuchó.
-Ninguno de nosotros dirá nada más. Tan pronto como salga por esa puerta, nosotros y los demás nos iremos y solo volveremos para tener noticias concretas de nuestros seres queridos- exclamó la señora Miranda levantándose.
Su esposo la siguió y el Detective suspiró rendido. Ni modo. No podía hacer nada más. No había pista de los jóvenes. Ni una sola.
***
Los padres estaban reunidos en la casa de los Fernández. Sentados en los muebles, cada señor con su señora, a excepción de Mariela, la esposa de Darwin estaba sentada sola con el pequeño Juan Pablo jugando en el suelo con sus autos de juguete. La señora Torres tomó un trago de café y se aclaró la garganta para decir:
-La policía no sirve para nada, tenemos que contratar un equipo de búsqueda.
-Eso debe ser costoso- comentó el señor Rodriguez.
-Lo que sea por conseguirlos- dijo la señora Castillo.
-No podemos quedarnos sin hacer nada- dijo Mariela.
-No, claro que no. Habrá que pagar el equipo de rescate- comentó el señor Gimenez.
Todos estaban de acuerdo en pagar el equipo de rescate. Sabían que la policía no hacía nada, y que sus seres queridos aún estaban desaparecidos, cada uno de ellos rezaba para que no estuvieran muertos, y las noches se llenaban de lágrimas. El dolor de un padre hacia sus hijos es incomparable. A nadie le duelen más sus hijos que aún padre, y esa es la verdad. Cada uno de ellos había colgado un montón de carteles de "Desaparecido" por todos lados, en el pueblo y en la ciudad, en otros pueblos y otras ciudades, incluso por Internet. Solo querían recuperar a sus hijos, aunque se quedaran sin dinero, aunque no durmieran, ni comieran, lo único que de verdad anhelaban era recuperarlos. Tenerlos de vuelta, para abrazarlos, besarlos y más nunca dejarlos ir.
El equipo de rescate era la mejor opción para ellos, aunque no sirviera de nada lo que querían era un punto a favor para su búsqueda, aunque a veces sentían que jamás lograrían nada, no se rendían, porque su corazón no los dejaba. No señor.
Hay que luchar por lo que quieres, y ellos luchaban por sus hijos.
Mientras que en el rincón más oscuro ellos se escondían, luchando por su vida, intentando no ser descubiertos por un psicópata que gozaba con su sufrimiento, quien pensaba en más de mil maneras de aprovecharse de su miedo, de su dolor. Aquel psicópata que nadie sabía que existía, aquel psicópata que no estaba en ningún registro, aquel psicópata que debió haber muerto veinticinco años atrás, pero que nunca murió, porque era duro como la roca. Nadie podía sospechar de un "muerto", era minucioso, demasiado minucioso, cada pequeño detalle de lo que hacía el lo cuidaba, solo una vez falló: El día que intentó deshacerse del cuerpo de Carolina Paez. Había fallado por culpa de la policía, la entrometida policía. Estaba enterrando el cuerpo cuando escuchó la sirena de la patrulla, intentó apresurarse pero las luces se acercaban, y cuando casi llegaron, corrió, corrió como nunca en años, molesto de no haber ocultado bien el cuerpo pero aliviado de no haber dejado sus huellas, y los guantes de látex en sus manos eran la prueba de ello. Pero ya no cometería más errores. No estaba dispuesto a ello, claro que no. Su diversión no se acabaría por un error. Y nadie se daba cuenta de nada. Las personas vivían asustadas por las desapariciones, y los familiares de los chicos sufrían sin ellos, pero nada se comparaba a lo que los chicos estaban pasando, y lo que pasarían, porque Buitre a penas estaba comenzando.

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Estoy muy contenta de que ya hemos llegado al capítulo 10. Y aún faltan más. 10 capítulos que hielan la sangre. Muchas gracias a todos los que han estado leyendo esta historia, y no se preocupen que aún falta para terminar, ¡se vienen más muertes y sangre! :D

Comunidad Ratón © [Sin Editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora