UNA NIÑA de ojos verdes y pequeño vestido azul sostenía con fuerza un león de peluche entre sus brazos mientras caminaba con sigilo hacía la fuente del bullicio.— ¡Eres un farsante! — gritó con furia una voz femenina.
— Yo-yo es-... — tartamudeó una voz masculina bastante conocida para la pequeña ojiverde
Avanzó más rápido haciendo sonar sus zapatos rojos contra el piso hasta que llegó a la sala del trono de su padre.
— ¿Papá? — lo llamó la infante de apenas cinco años sin soltar su fiel amigo de felpa mientras se tallaba un poco los ojos, el ruido la había despertado a altas horas de la noche.
De inmediato la mujer que reclamaba al mago dirigió su mirada verdosa a la niña y sonrió con malicia.
— Por favor — habló el mago ignorando a su hija, su mirada seguía en la mujer elegante, pedía que le perdonara la vida por haberla engañado respecto a su supuesto poder.
Ella suspiró y volvió a mirar al hombre afligido.
— De acuerdo... — comenzó a hablar la bruja con gentileza ganándose una sonrisa aliviada del mago de Oz, sin embargo eso se desvaneció cuando prosiguió — Pero tengo que llevarme un recuerdo ¿No creés?
Detrás de él había un cartel donde se podían ver unos monos con alas, un recuerdo de donde en verdad provenía el mago, un simple mago de circo en el mundo real.
— ¿Un mono quizás? — interrogó con una sonrisa ladina llena de maldad.
Selina, la bruja mala del oeste le lanzó una última mirada sugerente el mago de Oz quien abrió sus ojos con miedo al deducir la idea de la mujer que en algún punto amó.
— No — El mago corrió hacía la niña y se paró frente a ella mirando con suplica a la bruja — Te lo imploro.
— Me gusta que imploren — exclamó Selina con una sonrisa orgullosa — Te escucho.
Un mago jamás se arrodillaría ante una bruja en su propio reino, es más, en su propio castillo frente a su trono pero no había otra forma.
Debía mantener a su hija a salvo, era lo más preciado que tenía y no quería perderla por un error.
Oscar dejó de pensar en su reino volviendo a ser ese antiguo hombre común y sólo se enfocó en la niña así que sin perder más tiempo se arrodilló ante Selina.
— Por favor — pidió una vez más retirando el elegante sobrero de copa de su cabeza dejando al descubierto su cabello negro y rizado — Te lo pido.
— Oz.... — Canturreó la bruja con burla — Esto te pasa por mentir y por haber preferido a Glinda antes que a mí — añadió con reproche para después mover su mano en dirección al hombre y convirtiendolo en un mono con alas.
La pequeña Verónica se asustó ante la acción a lo que retrocedió tirando su león de felpa en el proceso.
El mono volador comenzó a chillar con angustia haciendo que ella llorara con miedo.
— Vete de aquí niña — Ordenó Selina mientras se acercaba con paso sigiloso, resonando sus tacones negros en toda la sala del trono — No soy un monstruo con los niños que se portan bien — agregó con una sonrisa en sus labios.
Quizá trato de formar una linda sonrisa pero en su lugar apareció una fría y escalofríante haciendo que Verónica corriera de allí con sus ojos llenos de lágrimas.
Una vez estando lo suficientemente alejada chocó accidentalmente la punta de sus zapatos de rubí haciendo una nebilna blanca la rodeara transportandola lejos de allí porque el reino de Oz ya no era seguro para ella ni para nadie más.
Verónica cayó rendida al suelo llorando sin cesar en cuanto apareció lejos del lugar que en algún momento fué su hogar.
Un hombre que caminaba por allí en medio del bosque escuchó su llanto a lo que acudió a la fuente del sonido encontrandose con ella sentada en el lodo y recargada a los pies de un árbol.
— ¿Qué estás haciendo aquí? — cuestionó Abraham Van Helsing, el cazador de monstruos con desconfianza pues encontrar una menor de cinco años sola en el bosque a mitad de la noche no era bueno.
Aunque fuera el bosque encantado.
Verónica se asustó y sólo se echó a llorar más mientras se alejaba del hombre.
El cazador entendió su acción, la niña acababa de pasar por algo y ahora le tenía miedo.
Dejando su ballesta a un lado y su gabardina colgada en un rama se acercó con cautela a la niña.— No te haré daño... — murmuró con gentileza — ¿Donde están tus padres?
Verónica no respondió, en cambio sólo sollozó.
Su madre Glinda, la bruja buena, había muerto poco después de que nació ella debido a una enfermedad y su padre, bueno, él había sido convertido en mono hace unos minutos.
Van Helsing hizo una ligera mueca al no recibir respuesta y se acercó más a la niña hasta que pudo tomarla en brazos.
Le colocó la gabardina sobre su cuerpo para cubrirlo del frío y se dispuso a marcharse de allí sin imaginar que desde ese punto su vida cambiaria por siempre.
Nunca se le cruzó la idea de ser padre pero no podía dejar a la niña sola o entregarla a alguien más, desconfiaba de todos así que obviamente no se la daría en adopción al primero que viera.
Él se prometió hacerse cargo, al no saber nada de la niña le otorgó su apellido y se propuso enseñarle a denfenderse.
Abraham investigó sobre el origen de Veronica y cuando descubrió la verdad quedó impactado más se juró no revelarle nada a la infante.
La magia y él no eran precisamente amigos y el hecho de que la niña con la que se encariño la poseyera a causa de sus padres era un problema.Pero como dice el dicho... Ojos que no ven, corazón que no siente.
Se aseguró de enterrar su pasado aunque sabía que en algún punto se daría cuenta sólo esperaba que no fuera demasiado pronto.
Verónica dejó de ser la primogénita de Oz para convertirse en la hija del profesor Van Helsing, cazadora de monstruos, vampiros y brujas sin saber que su sangre portaba eso que su "padre" tanto detestaba.
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𝗛𝗨𝗡𝗧𝗘𝗥 ━━━━ OUAT
CasualeEl capitán de un barco que se enamoró de una cazadora del bosque. Su matrimonio marchaba bien hasta que varios obstáculos se presentaron en su camino obligándolos a tomar caminos separados y a la vez juntos. Mientras que.... Un sombrerero desesperad...