2

3K 343 44
                                    

Esta nueva vida era una tortura y sólo llevaba un mísero año viviendola.

Kakashi tenía que admitir que tener todos sus recuerdos intactos era una ventaja, pero también un calvario. Lo único en lo que sus recuerdos no podían darle la ventaja era en que sin su constante entrenamiento, por mucho que recordara cada técnica y jutsu, no volvería a tener aquél nivel al que había logrado llegar como shinobi si no volvía a entrenar a su versión más joven de si mismo.

Aunque el volver a pasar por todos los inconvenientes de la niñez no era lo que lo atormentaba y lo hacía sentir que estaba siendo torturado.

Su actual estado de abatimiento era algo que casi lo hacía llorar mínimo una vez a la semana desde hace ya un año. Y a pesar de estar a solo un día de ser parte del equipo siete, no podía dejar de estar abatido. Su actual estado era producto de su abstinencia literaria.

Icha Icha no existía, aún.

Y sí, sabía que estaba exagerando. Podía conseguir remplazos de menor calidad hasta que Jiraiya comenzara a escribir esas obras maestras. Pero aún así...

—¡Kakashi!— escuchó el grito de Gai y se tapó el rostro con sus brazos resoplando.

Se encontraba lejos del bullicio de la aldea, recostado sobre el pasto y observando nubes desde hace más de una hora sin encontrarles forma. No podía dejar de extrañar aquellos libros bien gastados por tantas relecturas.

El sonido de pasos apresurados acercándose lo hicieron suspirar.
Desde aquel día en el que Gai lo llevó a su casa luego de encontrarlo conmocionado, decidió no ignorar a quien inevitablemente sería su amigo en el futuro. Pero no esperaba que comenzara con sus retos y rivalidad tan pronto.

—No— dijo a penas y el otro niño estuvo lo suficientemente cerca, adelantándose a su pedido de volverse su rival.

—¡Por favor mi amigo, quiero que te conviertas en mi rival!

—No— repitió con un quejido que sabía que llamaría su atención. Sólo mostraba un mínimo de emociones con él porque era su persona más cercana. Para los demás era ese niño inexpresivo y totalmente concentrado en ser un mejor shinobi.

Al igual que antes se alejó de todos (menos Gai) y rechazó cada invitación a juegos o entrenamientos de los demás niños, pero ésta vez lo hizo porque aún no podía acercarse a los demás sin sentirse raro. En especial cuando era Rin quién lo invitaba o intentaba una emboscada cuando iba a pescar, hasta lo había esperado en la entrada de su casa. No podía dejar que ella se acercara antes de formar parte del mismo equipo, necesitaba prepararse mentalmente para no incomodarla. Así que su único contacto social por el momento fue Gai y por extensión su padre.

—¿Kashi...?— y hablando de Gai, tenía que hacer que se distraiga de su pedido de rivalidad. Estaba muy desanimado para seguirle el juego.

Volvió a quejarse sin destapar su rostro. No podía seguir así. Hizo una nota mental para resignarse de una buena vez y leer algo remotamente parecido a sus libros favoritos.

Maito Gai tenía un alma gentil a cualquier edad y si veía a alguien a quien quería sufriendo o preocupado dejaría todo para intentar hacer algo que lo ayudara a que esté mejor. Y esa fue la razón por la cual no se resistió luego de ese día y comenzó su amistad prematuramente.

—¿Qué es lo que te atormenta tanto Kakashi?— evitó sonreír ante la seriedad de su tono.

Gai se presentaría a los trece años como un beta con un bajo nivel de hormonas Alfa en su sistema, pero ya mostraba rasgos de su categoría a ésta edad.

Se preguntó si al ser cercanos desde tan jóvenes Gai notaría algún rasgo suyo que delataba su designación.

—¿Qué crees que seré?

Reiniciando (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora