Capítulo XV

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Por más que yo intentara explicarle mis teorías de lo que estaba pasando, estaba completamente segura de que Boris no me creería, empezando porque él estaba totalmente seguro de que Kotku no haría tal cosa, además de que yo no había sido capaz de decirle nada desde un principio, entonces, ¿que creía Boris? lo mismo que la escuela entera desde dos días antes, que yo era una sin vergüenza y que encima, estaba por reprobar física, lo cual ni siquiera era cierto. Pero no, no se había alejado de mi como todos lo que me rodeaban, de hecho, yo hubiese esperado que hiciera un escándalo regañándome y pidiendo explicaciones detalladas del asunto mientras le daba caladas a un cigarrillo que ni siquiera estaba prendido, es algo que Boris hubiese hecho, pero no, fue todo lo contrario; ahí, en ese salón silencioso, con murmullos apagados que se escuchaban desde la cafetería, sentado en una butaca frente a mi, sosteniendo mis manos y entrelazándolas con las suyas, pensando y analizando lo que acababa de salir de mi boca.

Y tres días después todo comenzó a empeorar.

Gracias a que mi tío salía de casa no había nadie que se ocupara de contestar las llamadas del director al teléfono de casa, y no solo él, sino cualquier llamada, ya fuesen mis papás o algún amigo de mi tío, hacía lo que pudiese para no ceder y levantar el teléfono de su lugar, porque cualquier cosa que fuese a escuchar, estaba segura de que sería mala, gracias al cielo, el director Hopkins fue piadoso conmigo y las llamadas comenzaron a ser cada vez menos, no obstante, yo seguía sin contestar.

En cuanto a la escuela, todo era un asco, no podía pasar por ningún pasillo porque los murmullos y susurros de los que me rodeaban inundaban mi cabeza y me hacían querer vomitar, era más que obvio, todos se lo habían creído, y ahora yo tenía en papel de zorra sin vergüenza, el papel que Kotku había tenido por mucho tiempo ahora me pertenecía, y más de un chico se había acercado a mi durante las clases a hacerme comentarios asquerosos sobre la ropa que llevaba puesta, sobre mis amistades, e incluso me soltaban piropos vulgares cuando pasaba a lado suyo, incluso si Boris y Theo me acompañaban.

Boris y Theo.

Theo...

Theo, igual que todos, se lo había creído, pero a diferencia de Lily o John, él no se había alejado de mi, tampoco Boris, pero Theo seguía siendo Theo, callado, con sus preciosos ojos azules como el océano en un día nublado, con su cabello rubio cual rayos opacos de sol y sus lentes de Harry Potter, pero había algo, algo diferente, algo que siempre había estado ahí y yo nunca me había dado cuenta por mi pelea interna con mis sentimientos hacia Boris, y menos en ese momento que estaba demasiado ocupada conmigo misma, igual que siempre. 

Boris-Potter... -Lo nombró en más de una ocasión en el día para llamar su atención, estaba tan distraído.- Ya vámonos. -Señaló con su cabeza hacia la puerta del salón mientras pasaba su mochila a su hombro izquierdo para solo sostenerla con este, yo los esperaba desde el marco de la puerta y les daba el paso a todos los que querían pasar, y cuando Theo reaccionó ya no había nadie en el salón. Recogió con dificultad su mochila y seguida de este, un paquete envuelto en una funda amarilla, la misma que yo había visto en su casa tres semanas antes y la misma que llevaba trayendo a la escuela más de cuatro días, siempre era lo mismo, la sacaba de su casa, llegábamos a la escuela y no se despegaba de ella, luego terminaba el horario escolar y la llevaba de vuelta a su casa, y cuando pasábamos la tarde en la casa de Theo, yo veía con claridad como metía el extraño paquete detrás de un mueble, bajo su cama o a veces entre algunas revistas de el librero, siempre en un lugar diferente, lo había visto asomarse en algunas ocasiones, pero jamás más allá del papel periódico que lo envolvía.

Theo-¿Que te pasa? -Preguntó una vez que estaba junto a nosotros, caminando a la salida principal. El mal humor de Boris era más que obvio, y eso era algo que Boris no disimulaba, mucho menos rodeado de personas, pero no lo culpaba, habían sido días difíciles para los tres, sin mencionar que el martes lo habían golpeado por tratar de defenderme, el moretón en su ojo era muy notable. 

MI ÚNICA ADICCIÓN | Boris PavlikovskyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora