Y ahí estaba yo, buscando en mi armario algún abrigo que me cubriera lo suficiente de todo el frío que hacía en Nueva York en diciembre.
Debía prepararme lo suficiente y arreglarme, debía conseguir la prenda adecuada para poder dar las noticias ese día, tomando en cuenta que me darían un pago por adelantado, y con algo de dinero extra por trabajar el 25 de diciembre, y sabiendo que era algo que ningún otro reportero de la televisora habría querido hacer, y esos 45 dólares e más me irían muy bien para supuestamente "planear" la cena de año nuevo de éste año, que según mamá, se celebraría en el departamento que yo rentaba.
Aunque la verdad, no tenía entusiasmo alguno de que eso pasara, sabía que al final, mamá y papá me darían alguna excusa que les impediría asistir a la celebración, porque hacían lo mismo cada año desde que me independicé a los 20 y fui a vivirme sola, a eso se le sumaba que todos mis amigos y compañeros del trabajo estarían con sus familias, realmente no tenía caso invitar a nadie a casa, solamente sería yo en mi propia compañía. Pero estaba bien con eso.
Me senté en la cama, algo desesperada al no encontrar algo decente para ponerme; no era algo común que yo diese las noticias más importantes, pero como ya había dicho, era algo que nadie quería hacer, mucho menos un día después de navidad. Casi volteo el armario completo en busca de alguna sudadera, abrigo o... o suéter.
Estábamos en mi casa, y por accidente le había caído cerveza encima; como había sido por mi culpa, me había ofrecido a lavarlo, pero había olvidado devolvérselo, y al parecer él también había olvidado que yo lo tenía...
Ahora hasta yo había olvidado que lo tenía...
Las comisuras de mi boca se levantaron, y pestañee un par de veces. La tela se había deslavado un poco con el tiempo, y ahora me quedaba menos grande, pero seguía viéndose casi perfecto. Sin dudarlo me lo puse; había encontrado la prenda perfecta.
Suspiré con algo de pesadez antes de abrir la puerta de mi departamento, no había ni un solo sonido en el pasillo que no fuera la vieja radio de la señora Jackson, pero realmente debía ser porque había olvidado apagarla en la noche. Nerviosa comenzaba a prepararme para salir del edificio. Cuando me ausenté de la construcción un helado viento hizo que mi cabello revoloteara con el aire fresco, pero no me detuve, debía presentarme lo mas temprano posible para poder leer el guion del noticiero.
Recorrí algunas cuantas calles a pie, con las manos en los bolsillos de mis jeans negros y la bufanda abrazada a mi cuello haciéndome un enorme favor, hasta que llegué a un centro de taxis, el conductor muy amable me abrió la puerta para que yo pudiera subir, e incluso trató de charlar conmigo durante el camino, pero me perdía entre sus palabras y no lograba responder a lo que me preguntaba, solo podía ver la faceta de locales en la avenida, me recordaban a los pequeños negocios en Canyon Shadows.
Canyon Shadows...
Era entonces que llegaba la nostálgica culpa que me hacía querer vomitar, los fascinantes recuerdos con sabor amargo y las estáticas imágenes de una yo adolescente siendo feliz, siendo libre y amada, y luego me veía a mis 24 años; era el peor momento del día, el peor momento e todos los malditos días, el momento en que quería echarme a llorar y abrazar mi almohada en propia compañía de la soledad y de la desesperación. El momento en que deseaba con todas mis fuerzas no estar tan sola, quería que alguien me quisiera, alguien que me protegiera, incluso solo un amigo... Pero era tan difícil encontrar a alguien así, aún estado en una ciudad tan grande, porque que era una basura total, junto con todas las personas que la habitaban. Incluyéndome.
Baje del taxi algunos minutos después, y visualicé una camioneta con el logo de la televisora, donde supuse que estaría Drake, mi compañero de trabajo y camarógrafo desde que conseguí el empleo. Cuando comencé a caminar por el helado suelo, sentí cómo pequeños toques fríos comenzaban a caer sobre mi; estaba nevando.
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MI ÚNICA ADICCIÓN | Boris Pavlikovsky
FanfictionSu voz era una canción que resonaba todo el día en mi cabeza... Sus manos eran tan frías que eran agradables sobre mi piel... Y su corazón tan inmenso que no sabía como entrar en el... Más al igual que una adicta, sentía que mi vida era inútil si no...