Lee Ari tenía un único objetivo en la mira: conquistar al chico que le gusta a través de mensajes y obtener finalmente el romance escolar que tanto había deseado.
Para su desgracia, eso se verá interrumpido al descubrir que ha escrito al número equ...
— ¿Es en serio, Lee Ari? — Pregunté con una sonrisa socarrona cuando un casi inaudible sonido llegó a mis oídos. — ¿Este es tu concepto de la cita ideal?
— Desde mi punto de vida, cualquier sitio sería perfecto para la cita ideal siempre y cuando te encuentres al lado de la persona correcta. — Contestó aún sin apartar sus manos de la superficie de mis ojos.
— Lo bueno es que yo estoy delante de ti y no a tu lado. — Solté un quejido cuando su puño se impactó contra mi espalda. — No me lastimes, ¿si no quién será tu novio falso?
— ¿Podrías callarte un segundo y simplemente disfrutar el momento? — Respondió disgustada. — No me hagas recordarte que este noviazgo falso lo acepté únicamente bajo la intención de ayudarte.
— Lastimas mi corazón, cruel Ari. — Dramaticé al llevar ambas manos a mi pecho. — Pero el que me hayas traído a un café de gatos se lleva todo mi dolor.
Sonreí cuando finalmente recobré mi visión y pude apreciar el lugar en el que estábamos. No había duda, se trataba de un café de gatos, lo confirmé cuando un pequeño felino se acercó a mí y se restregó contra mis piernas.
Acerqué mi mano hasta él para que así pudiera olfatearme, una vez que afirmó que no era una amenaza para él, me permitió alzarlo en mis brazos para así poder envolverlo en un abrazo. Giré mi mirada en dirección a Ari, con una sonrisa resplandeciente luciéndose en mi rostro, el gato era una ternura andante y quería que ella apreciara su belleza.
— ¿Acaso no es tan lindo como yo? — Pregunté con gracia, a pesar de que mi corazón latía a mil por hora al verla jugar con las patitas de un gato que se había acercado a ella.
Ari se encontraba por contestar cuando un interrumpida por uno de los trabajadores del café, quien nos ofreció un pequeño recorrido por el lugar, mostrándonos cada una de las zonas de las que podíamos hacer uso.
— ¿Nunca te han dicho que te pareces a un gatito? — Preguntó Ari una vez que revisábamos en menú para hacer nuestros pedidos. Como respuesta, arrugué mi nariz y moví mi cabeza de lado a lado. — Pues te lo diré en este momento: eres similar a un gato. Por esa razón te traje aquí.
— ¿Querías que me sintiera en familia? — Respondí con una sonrisa socarrona.
— ¡Ya, Min Yoongi! — Exclamó con un ligero sonrojo cubriendo sus mejillas. — Deja de burlarte de mí...
— Hey, tranquila. — Sujeté sus manos en un intento de calmar sus nervios. — Me gusta; es lindo. Supongo que así debió sentirse Tigger cuando sus amigos se disfrazaron para que no se pusiera triste al no encontrar a los de su especie.
Sonreí cuando las imágenes de la melancólica y tierna escena se reprodujeron en mi cabeza. La película de Tigger siempre fue de mis favoritas, con un cariño especial hacia la escena en la que los personajes de Winnie Pooh deciden fingir ser tigres para que Tiggers no se sintiera mal ante la desilusión de su malograda búsqueda de su familia y su árbol genealógico.
Dirigí mi mirada hacia Ari de inmediato, necesitaba conocer su reacción ante la escena que mencionada y saber si igual a mí, a ella también le emocionaba. Para mi sorpresa, tuve que suprimir mi soñadora sonrisa al percibir en su rostro una expresión confusa.
— Entiendes de lo hablo, ¿no? — Pregunté esperanzado. Su silencio me otorgó la respuesta, por lo negué con desaprobación. — Pensé que eras más culta, Lee Ari. — Ella se encontraba a punto de protestar, por lo que llevé mi dedo índice a mis labios para que me dejara continuar. — No nos quedará otro remedio más que tomar una de las computadoras prestadas y hacer un maratón de las películas de Winnie the Pooh.
Me apresuré en realizar nuestro pedido, poniéndome un poco ansioso cuando mi cita se tomaba todo el tiempo del mundo para decidir lo que tomaría. Sé que lo hacía a propósito, ya que me miraba con una sonrisa burlona cada que vez yo le otorgaba mi intento de mirada del gato con botas. Cuando el mesero finalmente recibió nuestro pedido, me armé de valor desde el interior de mi corazón y sujeté a Ari de la mano para dirigirnos a una de las improvisadas salas de estar, donde procuré escoger el sofá de apariencia más cómoda para que pudiéramos estar a gusto mientras se reproducían las imágenes en la pantalla.
Y así fue como pasamos el resto de la tarde, entre gatos, comida y películas infantiles que nos nuestras memorias se habían encargado de borrar.
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