22. Nuestro Pequeño Lugar

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—Oh, vaya.

Seulgi se estremeció y pasó una mano frente a su cara para quitarse el polvo, tosiendo mientras abría la puerta para permitir que el aire de afuera y la tan necesaria luz del sol se precipitaran al interior. 

Estaba de pie en el umbral de la oscura habitación, con la mano de Irene siendo sujetada con fuerza por su mano derecha y la otra manteniendo la correa de su guitarra sobre su hombro, al tiempo que ambas evaluaban el pequeño y turbio espacio que sería su hogar durante varias semanas.  

El lugar consistía en una pequeña habitación que parecía servir de sala de estar, comedor (en realidad era solo una pequeña mesa colocada en el suelo) y cocineta, y de otra habitación igualmente pequeña que parecía ser el dormitorio, en la esquina al extremo derecho. Detrás de este, otro cuarto aparentaba ser el baño. 

El aire se sentía caduco, debido al largo periodo de desuso, y los pequeños residentes no humanos parecían haberse puesto cómodos decorando la casa con sus blancas telarañas. 

Seulgi ubicó el interruptor de la luz a su derecha y lo accionó, agradecida de que al menos la electricidad estuviera funcionando. Se rio nerviosamente.  

—Lo siento. Esto definitivamente no es lo que ocurre en las películas cuando las heroínas se llevan a sus parejas para una escapada romántica. 

Irene la siguió al interior de la pobre excusa de vivienda, emanando una suave risa mientras le daba un ligero codazo a Seulgi. —Vamos, no está tan mal. Estoy segura de que un poco de limpieza y de trabajo en la ventilación harán magia y ahuyentarán a las arañas. Será nuestro hogar. 

Una sonrisa adornó el rostro de Seulgi con un recién encontrado optimismo.

—Cierto. Es nuestro. Quiero decir, no nuestro nuestro, pero aun así, nuestro—. No podía mantener la boca cerrada y dejar de sonreír aunque hubiera querido. Su profesora de lengua de la escuela primaria estaría llorando de dolor por lo incoherente que estaba sonando, pero a ella no le importaba. 

—Abramos las ventanas para que entre el aire fresco—. Irene se acercó a la más cercana y abrió la cortina, siendo inmediatamente atacada por un torbellino de polvo y reducida a un desastre de estornudos.

Seulgi se rio de su desgracia y dejó caer su pesada mochila al suelo. —Quizá deberíamos ir primero a comprar mascarillas, plumeros y otros materiales de limpieza. 

—Estoy de acuerdo—. Irene hizo una última mueca de desagrado ante el polvo que la asaltaba, dándose la vuelta con un dedo presionado bajo las fosas nasales para prevenir más estornudos. —Las paredes también necesitan algunas reparaciones—. Dijo después de observar el descolorido papel tápiz desprendiéndose de ellas, que seguramente había visto mejores días hace una década.

—Y esto—. La cabeza de Seulgi se inclinó hacia arriba mientras señalaba las manchas de agua que adornaban el techo. —Esperemos que no llueva pronto, o nos inundaremos. 

Irene soltó una sonora carcajada, ladeando la cabeza y mirando a Seulgi con tanta luz en los ojos que era como si esta acabara de darle la noticia de que se mudarían a una mansión en la isla de Jeju y no que se quedarían en esta destartalada habitación de la ciudad costera.

—No sabía que la idea que nos inundemos te alegrara tanto.

—No, tonta. Solo estoy contenta—. La sonrisa en el rostro de Irene seguía siendo animada. —Esto... todo esto se siente tan bien—. Señaló entre ellas y luego hacia el espacio. —Discutir qué hacer con nuestra vivienda. Se siente tan... doméstico. Tan natural. De esto están hechos mis sueños. 

Whisper In Her Ear / Susurro en su oído (Seulrene - Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora