24. [M*] Última Parada

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—¿Cuándo vas a volver?

Seulgi se mordió el dedo, pateando un guijarro al frente de la pequeña tienda de conveniencia en la que se disponía a comprar antes de que su padre la llamara.

—Ha pasado más de un mes, Seulgi. Dijiste que solo te irías unos días o un par de semanas—. Su voz preocupada resonó desde el otro extremo de la línea.

Seulgi se pellizcó el puente de la nariz y miró sus zapatos gastados. Deseó no tener que hablar, o siquiera pensar, en este tema.

Las consecuencias que se vislumbraban tras la respuesta a esa simple pregunta eran demasiado grandes y paralizantes para enfrentarlas. 

Si decía, o decidía, la fecha en que volvería a casa, significaba que también había decidido cuándo enviaría a Irene de vuelta al hospital. 

Significaba que había decidido cuándo poner fin a su pacífica y feliz vida aquí y cuándo volver a una realidad mucho menos gratificante.

Significaba que Irene volvería a ser alejada de ella y del mundo.

Seulgi simplemente no podía pensar en ello.

—Ya te lo dije, papá. No tienes que preocuparte. Volveré a casa pronto. Uno de estos días. Te lo prometo.

—Llevas semanas diciendo eso, Seulgi—. Su padre sonaba exasperado, y Seulgi entendía sus argumentos a pesar de que se negaba. —¿Y cómo no voy a preocuparme si no sé dónde está mi hija, lo qué hace o con quién vive? 

Seulgi suspiró y clavó la suela de su zapato en el suelo, necesitaba algo para liberar su estrés porque no podía encontrar ninguna manera de debatir su razonamiento racional. 

—Te volveré a llamar, papá, ¿vale? No tienes que preocuparte por mí. Estoy bien y no me estoy metiendo en problemas—. Levantó la cabeza justo a tiempo para vislumbrar a dos hombres de uniforme, al otro lado de la calle, que sostenían un panfleto e interrogaban a gente del pueblo.

Se le erizó el vello de la nuca.

La policía. Se dio cuenta con melancolía. 

—Tengo que irme, pero te llamaré pronto. Adiós, papá. Te quiero—. Cerró el teléfono inmediatamente y retrocedió hacia la seguridad de la tienda mientras intentaba ver el folleto de la policía desde lejos. 

El estómago se le revolvía contra su voluntad. 

Cuando los dos hombres se giraron un poco, su posición le permitió ver lo que había impreso en el volante. A Seulgi se le cortó la respiración y se le congelaron las extremidades. 

Era la foto de Irene la que estaba impresa en el papel.



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—Oh, hola, estás en casa—. Irene bajó el cuaderno y se levantó del suelo en cuanto ella entró. Tenía una sonrisa en los labios mientras se acercaba emocionada.  

Seulgi se sobresaltó y la miró con sorpresa. —¿Qué te pasa? Parece como si pudieras alimentar a todo el país con electricidad autogenerada. 

Irene se rio y la ayudó a quitarse la chamarra. —¿Por qué? ¿No puede una chica alegrarse de volver a ver a su novia? ¿Es algo ilegal ahora? 

—Depende de por qué te alegras tanto de volver a ver a tu novia. Si es para que te acompañe a comprar otro electrodoméstico de color morado, entonces sí, es ilegal—. Seulgi dejó caer un beso sobre sus labios sonrientes y se sintió a sí misma sonreír lentamente a pesar de la tristeza que la sacudía en ese momento.

Whisper In Her Ear / Susurro en su oído (Seulrene - Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora