23. Perdón.

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—Hey, ¿puedes pasarme unos clavos, por favor?— Seulgi miró a Irene desde lo alto de la escalera, estirando la mano izquierda para tomar dichos artículos, mientras con la otra sujetaba firmemente un martillo. 

Era un día claro y soleado y Seulgi estaba encaramada entre el tejado agujerado, intentando hacerle un favor a la abuela Jeong sustituyendo todas las tejas defectuosas. 

En la terraza, debajo de la escalera, estaba sentada Irene, libre por fin de su restrictivo brazo escayolado y escribiendo tranquilamente algo en su pequeño cuaderno. El sol proyectaba una luz pálida sobre ella. 

Irene levantó la mirada de su página y el pequeño ceño de concentración entre sus cejas desapareció cuando miró a Seulgi. 

—Toma—. Se puso de puntillas y levantó el paquete de clavos hacia Seulgi, observando a la más joven trabajar con una sonrisa perezosa. —¿Así es como se sienten las amas de casa cuando ven a sus maridos hacer reparaciones caseras? Es un poco atractivo, no voy a mentir.

Seulgi resopló y sacó uno de los clavos para empezar a golpear sobre él. —Por favor. Las lesbianas son mucho mejores en esto. 

—Sí, claro—. Sonrió Irene. —Por eso ayer te pasaste todo el día viendo vídeos de "Hágalo usted mismo" en el celular, ¿cierto? 

Seulgi hizo una mueca, sonriendo lentamente. —Siempre es posible hacerse un experto de la noche a la mañana. Estoy segura de que ya he superado a muchos hombres en la historia.  

Reemplazó el resto de las tejas y bajó de la escalera una vez hubo terminado. Tiró el martillo a un lado, se acercó a Irene y la atrajo hacia sí con una gran sonrisa.

—Estás toda sudada—. Se rio Irene, secándole la cara con el extremo de su manga.

Seulgi enarcó una ceja. —¿Sudada de forma sexy o sudada de forma desagradable? 

—De forma sexy—. Asintió Irene con decisión. 

Seulgi soltó una risita y se acercó para plantar un beso rápido en sus labios sonrientes. 

—¿Sobre qué estás escribiendo?— Señaló con la barbilla el cuaderno de Irene, que esta última abrazaba protectoramente.   

Llevaba varios días escribiendo algo sin parar. Seulgi se alegró de que pareciera divertirse con su nueva afición. 

—Oh, solo unas cuantas notas al azar. Sobre cómo te conocí y cómo terminamos juntas. Estoy intentando anotar cómo me sentí en cada uno de esos momentos porque son preciosos para mí. No quiero olvidarlos cinco años después—. Sus mejillas se colorearon de rosa. —Aunque acabó siendo más largo de lo que esperaba. A este paso probablemente se convierta en una novela.

—Pues sí que tenemos algo de historia, ¿o no?— Seulgi hizo una sonrisa de lado. —¿Puedo leerla?  

Los ojos de Irene se abrieron de inmediato. —No—. Escondió el libro detrás de su espalda en un santiamén. 

—Ohh, ¿por qué no?

—Simplemente no.

Seulgi intentó arrebatarle el cuaderno juguetonamente, pero ella retrocedió presurosa. —¡No hasta que esté terminado! 

—Está bien, está bien—. Seulgi levantó ambas manos en señal de rendición, riendo antes de inclinarse para besar sus labios de nuevo, porque era imposible no hacerlo mientras llevaba aquel adorable ceño fruncido. —Esperaré hasta que termines. 

—Bien—. Exhaló Irene. Sin embargo, le levantó un dedo de advertencia al cabo de un rato. —Y no intentes leerlo a escondidas cuando yo no esté cerca. 

Whisper In Her Ear / Susurro en su oído (Seulrene - Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora