Capítulo 30: Veneno

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— ¿Me estás diciendo que soy una criatura? —pregunto desconcertada.

— Técnincamente no, eres una humana que puede controlar determinadas energías, tu habilidad es la vitalidad —aclara.

— O sea, ¿soy capaz de sanar?

— Y de alargar la vida, por ello todos estaban tan cerca de ti.

Lo medito por un momento, trando de procesar la información. Semyazza permanece sentado en el colchón frente a mí.

— Hay algo que no entiendo, si tanto me querían, ¿entonces por qué no me marcaron? —cuestiono.

— Porque para marcar se debe tener el concentimiento previo de la persona —aclara.

Yo frunzo mi ceño.

— No recuerdo cuando consentí que un vampiro me marcase —protesto.

Él hace una mueca y su humor cambia por completo.

— Tal vez no directamente, pero te gustaba, por lo que le permitiste acceder a tu cuerpo, eso bastó —aclara.

Lo observo, se ve irritado tras su explicación.

— Samy —Le nombro juguetona y gateo en el colchón para acercarme, pico con mi dedo índice una de sus mejillas—, ¿estás molesto?

Bufa ante mi pregunta y se cruza de brazos.

— Claro que no.

— Uyyy, yo creo que sí —comienzo a molestarlo—. ¿Tienes celos? ¿Mi gato pulgoso tiene celos de su desaste? Tienes celos, tienes celos —canturreo sin dejar de picar su mejilla.

Un agarre en mi muñeca junto a un tirón me hacen soltar un gritito de la sorpresa cuando jala de mí, haciéndome sentar sobre sus piernas, quedando de lado.

Sus alas oscuras se han desplegado y sus ojos tienen un brillo carmín, uno que comienza a gustarme. Sus alas nos rodean, encerrándome entre estas y su cuerpo, creando una burbuja donde solo existimos nosotros.

— Si, estoy celoso —admite y sus ojos viajan a mis labios—, solo de pensar que eras suya yo... —deja la frase en el aire y sus ojos chispean.

Sonrío e inclino hasta besar su mejilla, se le ve sorprendido ante esto y sus brazos a mi alrededor se tensan.

— ¿Qué fue eso? —cuestiona, pero no le respondo.

Me siento a horcajadas sobre sus piernas, vuelvo a besar su mejilla, luego su frente, sus párpados, nariz, barbilla. Sus brazos rodean mi cintura y me aferran a su cuerpo, un suspiro sale de sus labios.

Me separo de él y le miro a los ojos, esos ojos que han vuelto a ser avellanas y ahora reflejan ternura. Me sonríe y sujeta mi nuca, guiando mi rostro hasta que atrapa mis labios con los suyos.

Su gesto es simple, con movimientos suaves y lentos, como si quisiera grabar en su mente cada detalle. Muerdo su labio inferior y un gruñido ronco emana de su garganta.

Sus brazos me atraen más a él y su lengua se abre paso entre mis labios, comenzando una guerra con la mía. Pierdo y él toma el control, besa mi mejilla, para luego llegar a mi barbilla y mi cuello.

Sus besos son cada vez más húmedos y de repente alguien rompe esa burbuja donde solo existíamos nosotros.

— ¿Mal momento? —Esa es la voz de Agniel.

Semyazza gruñe una palabrota y sus alas se pliegan tras su espalda, dejando de nuevo el campo de visión hacia el Caído que nos miraba con una ceja arqueada.

Ángel de alas oscurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora