Capítulo 32: Unión

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En el gran salón del palacio infernal, Lucifer, sentado en su trono, nos observaba mientras tanto Yekun como yo defendíamos nuestras versiones.

Lucifer, a pesar de como el mundo terrenal lo pinta, tiene un sentido increíble de justicia. Cada alma antes de ser castigada tiene derecho a defender su postura ante el Fetro, quienes son los que deciden su destino. Dependiendo de esto son castigados a la magnitud correspindiente de sus pecados.

— Es decir, que Yekun ha planeado matarte, a ti y a tu humana, atentando contra ti —concluye nuestro rey y luego fija su mirada platinada en mi enemigo—, debo admitir que fue un buen plan mientras utilizaste a los Pecados, pero desde el momento en que interviniste personalmente comenzaste a perder.

Él se pone de pie, causando que ambos juzgados nos arrodillemos. El Fetro, quienes observan el juicio desde el lado derecho de la estancia, y los demonios, quienes han decidido presenciar la desgracia de uno de nosotros, esperan la desición.

— "Ningún Caído debe atentar contra la integridad de otro" —recuerda nuestra única regla—. Una traición de tal magnitud hacia uno de nuestros hermanos no es ni será tolerada. Yekun, tu condena es ser encerrado en la celda más profunda durante un eon mientras usas La Celda de Dependencia —dicta y los ojos de Yekun se abren con terror.

— No, por favor —suplica.

— Tubal Caín —llama y el susodicho aparece en la estancia trayendo consigo uno de aquellos collares.

Resignado, Yekun espera su destino, sabe que tratar de resistirse solo empeorarían las cosas. El collar se adhiere a su cuello y en segundos contemplo un gato negro en su lugar.

« El karma querido hermano. » Pienso.

Lucifer chasquea sus dedos y Yekun desaparece. Luego centra su mirada en mí.

— Por tu parte Semyazza, eres libre de hacer lo que desees, respetaré tu elección sin importar cual sea.

Yo dejo una rodilla en el suelo e inclino mi cabeza hacia él.

— Mi lealtad, siempre estará contigo, hermano —expreso.

— Entonces no tengo nada más que decir, de pie, líder de los Grigori, el juicio ha terminado —dice.

Me pongo de pie y hago una leve inclinación. Me teletransporto a la superficie y ya en la habitación de la desastrosa observo a mis amigos quienes están sentados a cada lado de su cama.

La noche ha caído y ella no ha despertado.

— Pueden volver —hablo y por fin nuestras miradas se encuentran.

Ambos rubios me sonríen y desean suerte para luego desaparecer. Me acerco a su cama y acaricio el cabello rojizo de Allison.

— Vamos Desastrosa —pido y me inclino hasta besar su frente—. Regresa con tu gato pulgoso, te necesito.

(...)

— Samy —escucho un leve susurro—. Samy.

« Esa voz. »

Abro mis ojos, parpadeo un par de veces para adaptarme a la claridad en la que se sumerge la habitación, y la veo.

— Desastrosa —expreso sentándome de golpe en la cama y la veo sonreírme.

— Hola, gato pulgoso —expresa también sentada en la cama.

No me contengo. Sujeto su nuca y estampo mis labios en los suyos. Beso a mi desastrosa, con toda la necesidad que siento. El beso se vuelve salado cuando mis lágrimas ruedan hasta nuestros labios unidos.

Ángel de alas oscurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora