XI Inefable

28 3 1
                                    

—¿Me podrías contar cómo ha sido tu vida aquí?

—Claro, claro.

—Pon atención.

Al llegar a este lugar, fue una sensación bastante rara, mi madre había muerto y me sentía muy sola, pasé muchas noches en mi antigua casa llorando, donde mi mejor compañía era soledad, este sitio parecía al inicio una ciudad para morir sola, mi mente le dio ese significado porque no quería seguir avanzando, pero decidí darle un punto de vista diferente y empecé a verle lo bonito. Yo antes de trabajar en la cafetería trabajaba en una empresa, en esa dejan entrar a cualquiera y tenían un nombre parecido a ICETEX, solo que estos no endeudan, pero me tuve que salir por problemas con mi jefe y entonces ahí fue cuando conseguí el trabajo en la cafetería, el salario no es el mejor, pero tampoco me voy a quejar.

—¿Y en tu vida sentimental?

—Es raro.

Hace no mucho me invitaron a una fiesta, la hicieron unos excompañeros de trabajo y entonces me sentí cómoda, pero era una fiesta de mierda, recibí un plato de plástico y un vino, bailé un rato y salí a la terraza a ver si podía fumar un poco y ahí vi a un chico que parecía que se iba a suicidar, miraba el cielo con una admiración increíble, perdido en la noche oscura y fría y le dije que si me podía sentar, me dijo que era un Nefelibata o una cosa así, suena tan estúpido, pero a la vez tan único que me agradó tanto él, ese día no le pude dar mi número, ya que iba apurada, ya se me había pasado mucho el tiempo y tenía que hacer cosas, sentí una lástima de no poder hablar con él toda la noche, tenía mis dudas porque mis antiguos acercamientos hacia chicos no fueron de lo mejor, pero igual sentía algo cuando pensaba en él y en su forma de expresarse, sigo sosteniendo que se iba a matar, pero igual me alegra haber podido hablar con él esa noche, pero no me iba a confiar, no confiaba en el amor tanto para caer otra vez en la misma red. Al día siguiente en la cafetería entró y al verme me miró como un niño, pero un niño mirando por primera vez un avión, pero cuando me habló yo hice como si no me acordará, no quería dejar que me lastimaran de la misma forma, me sentí como una mierda de persona, todo el día me quedé reflexionando si eso que hice fue una excelente idea o una de las peores que pude hacer.

Me despierto en la mañana, me miro al espejo y sigo mirando a la misma niña a la que le hacían bullying, aún pensaba en ese chico, no sé qué me impresionó tanto de él, pero merecía la pena averiguarlo y en ese minuto pensaba que no iba a encontrarlo nunca más. Justo ese día me entró una loquera y en la madrugada antes de dormirme me había pintado el cabello de rojo, y en el trabajo me lucía con el uniforme. En esa misma cafetería vería al mismo chico dispuesto a invitarme a salir, mi interés se disparó y acepté, hice como si por fin mi pobre mente con una amnesia falsa se desvaneciera y lo recordara. 
Después le escribiría para agendar la cita y él me diría “Sí, claro, ¿Cómo estás?”, puede sonar bastante estúpido, pero me quedé un tiempo pensando que escribir y que sonara bien, quería decir algo y que no fuera tan lanzada.

—¿Cómo estoy? Hermosa.

Siento vergüenza al decir eso, pero eso era una de las cosas que iba a enviar.

—Muy bieeen.

También pensé en poner varias veces una misma letra repetida, eso parece como si tuviera interés, pero se ve muy lanzada con tres, entonces elegí que no.

—Bien.

Y a lo largo de tres horas buscando el mensaje perfecto elegí decir “Bien”, era algo bastante bueno y bastante común, era el mensaje perfecto. Después le diría que es una sorpresa dónde sería nuestra cita, bueno, un tipo de cita y lo voy a llevar a un bosque que es hermoso, me gusta mucho ese lugar y espero que él pueda apreciarlo.

—Me alegra mucho que andes más feliz ahora, ¿Qué te parece si vas a esa cita y hablamos de ella en nuestra próxima sesión?

—Dale, me parece, muchas gracias.

—Gracias a ti, por cierto, sigue con el diario.

Querido diario, hoy fue mi terapia, solté muchas cosas que tuve guardadas en mi pecho y huesos, ya me siento un poco liberada de todo eso y me ando escribiendo con ese chico de la última vez, es muy amable y ya quiero que sea nuestra cita, me siento tan feliz y no sé por qué, pero no me importa. Hoy no voy a llenarte mucho diario, te voy a dejar descansar, adiós.

—Isabel, bienvenida a otra sesión, toma asiento.

—Gracias, hay muchas cosas que decir.

—Puedes empezar cuando quieras.

—Perfecto.

Fuimos a la cita, durante todo el camino me sentí bastante emocionada, nunca tuve una cita “real” antes y llegamos al bosque que había mencionado en la otra sesión, estaba nevando y era sumamente hermoso, nos sentamos en un tronco y nos pusimos a ver el cielo, yo miraba el sol que ya poco a poco se iba escondiendo, me recordó a mi niñez, siempre miraba el cielo esconderse en las tardes y pensaba a dónde es que se iba, unos de mis sueños de niña era seguir al sol y averiguar en qué sitio se ocultaba. Y en un momento nos caeríamos del tronco dónde estábamos sentados y quedaríamos juntos en el suelo, cubiertos de nieve, riéndonos al unísono y lo miré a sus ojos, tiene unos ojos hermosos y aunque tenga ojeras no le baja puntos y tiene unas pestañas que envidio, pero en ese momento su boca me retaba con mucha picardía y me fui acercando lentamente y lo besé, lo abracé, ya que me sentí bastante segura en sus brazos, le dije que podía repetir ese momento en bucle, y no me arrepiento de decirlo. Mi corazón después de ese beso volvería a creer en el sentimiento de querer a alguien y como si fuera verano empezó a quemarse de amor. Y ha pasado algo de tiempo desde la última sesión y han pasado más cosas. 
Hemos estado saliendo más veces y me siento muy contenta, él es dibujante y me ha dibujado algunas veces, no sé por qué se salió de la universidad, nunca me ha dicho, voy a convencerlo de meterse a una facultad. Y además de eso me siento tan feliz que quiero que sea mi novio, él no es como los otros y puedo y quiero confiar en él. En el trabajo me empezó a ir muy bien y me compré una nueva nevera, mi casa cada día se ve más linda y tiene una cocina con arquitectura alemana que me encanta. 

—¡Wow! Me alegra mucho todo esto, se ve que estás saliendo adelante a pesar de todo lo malo.

—Es gracias a esta ciudad, si me hubiera quedado en la capital a lo mejor estaría mal y a lo mejor sola, amo vivir acá.

—Es la magia de acá. 

Réquiem Donde viven las historias. Descúbrelo ahora