XII pusilanimidad

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—Hola, si recuerdas en la última sesión te quedaste en blanco, ¿Has podido recordar algo de tu relación con Isabel?

—Sí, más que todo nuestro primer año de relación.

—Hablemos de su primer año de relación.

—Perfecto.

Estuvimos unos 4 meses saliendo, yendo a citas, conociéndonos mejor con cada conversación y, pasó algo que yo nunca contemplé, pero que siempre quise, una noche nos metimos a la estación de tren en la madrugada, nos escapamos del vigilante que nos estaba buscando con una linterna, mientras nosotros corríamos para no ser encontrados, agitados y riéndonos por la situación, ella me mantenía con niveles de adrenalina que nunca había sentido antes, nos sentamos en unas frías vías del tren y mirando un cielo escarlata con la luna que fue nuestro único acompañante solitario esa noche. Ella me agarró la mano y me miró a los ojos con mucha ilusión, pero a la vez con miedo y diría.

—Oye, Chico Nefelibata, ¿Quieres ser mi novio?

Mi mente no lo podía procesar correctamente y con una voz temblorosa, pero llena de euforia, le dije que quería ser su novio hasta que el sol explote y bajo la luz de la noche nos besamos apasionadamente mientras que nuestros brazos se encontraban abrazados y entrelazados mágicamente como nuestros corazones.

Ella me ayudaba en todo lo que podía y me convenció de meterme a la facultad de artes, se sintió muy raro estar en un sitio así y sentí un aura parecida a la universidad. Vivíamos juntos, yo seguí trabajando a la vez que iba a la facultad, fue algo difícil en su momento y no podía dormir bien, siempre tuve problemas de sueño y en esos momentos se dispararon peor, ella también trabajaba, era algo difícil y también llegaba estresada, pero un día encontré en nuestra habitación una botella de ron casi vacía, le dije que si era de ella y ella respondió.

—Sí, el trabajo me tiene estresada y esa es mi forma de escapar, el alcohol.

—Vale, ¿La botella cuándo la compraste? 

—Creo que ayer.

—¿Te acabaste una botella en un día y tu excusa es el estrés? Podemos ayudarnos mutuamente en eso y así no tener que recurrir a vicios, podemos buscar algo que no te haga daño.

—No es mi culpa, agradece que no hago lo otro.

—¿Qué es lo otro?

—Nada.

En ese momento no sabía a qué se refería, no me hablaba mucho de su juventud, pero me sentí mal por haberla tratado así y decidí hacerle un desayuno para ella, era lo mínimo que podía hacer para remediar lo sucedido y lo que hice fue un omelette que estaba quemado por las esquinas y un árbol de cerezo, esperaba que esa fuera nuestra primera y última discusión. En navidad nos quedamos en la casa mientras veíamos a los niños prender velitas, algo que sí me acuerdo bastante bien fue haber visto a dos niños jugando juntos, viviendo felices sus años de niñez sin tener que preocuparse por la vida, riendo, saltando, sin ninguna obligación, me acuerdo de que yo pedía ser adulto y ahora me arrepiento, esos niños jugaban enfrente de unas velas de colores que ya poco a poco se iba acabando su llama y se iba derritiendo en una tabla de cama y ella diría que sería lindo tener hijos, me quedé callado, nunca antes había recibido ese comentario, no sabía que responder y lo único que podía hacer era tomarme el vino y así no tener que contestar, ella se me quedaría mirando toda la noche y yo por miedo no sabía qué hacer, días después sería 31 de diciembre, sonaría una canción que ahorita no recuerdo, pero lo que recuerdo es que Isabel me dijo que esa canción le traía recuerdos, ella lloró en mi hombro y al sonar de los fuegos artificiales anunciando el año nuevo nos besamos como la primera vez que lo hicimos.

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