Réquiem

XIII heartless

—Hola, Isabel, ¿Qué te trae acá otra vez después de tanto tiempo?

—La última vez que vine dije que había conocido a alguien, quiero hablar de eso.

—Perfecto, ¿Por dónde quieres empezar?

—El primer año de relación.

—Inicia.

Estuvimos saliendo a citas durante un tiempo, me gustaba mucho hablar con él porque me sentía escuchada y a los 4 meses nos hicimos novios, pero yo ya sentía que ya éramos novios desde hace meses y me acuerdo de la noche en la que le pedí ser mi novio él se puso rojo de la emoción. Él es un artista, yo le ayudaba mucho para que pudiera pintar y dibujar, después de un tiempo le convencí para que entrara a la facultad de artes, algo que era un gasto muy grande, pero quería que él pudiera avanzar en ese don que tiene, porque lo poco que me contó fue que tuvo que renunciar a su sueño, y no hay nada peor que tener que dejar de lado las ambiciones de uno mismo y a lo largo del tiempo terminaríamos viviendo juntos, él trabajaba e iba a la facultad, era muy difícil para él, entonces decidí trabajar el doble y así generar el dinero para que él pudiera estudiar. Llegaba muy cansada y estresada a la casa, le pregunté a mis amigas qué hacer y me propusieron tomarme una copita de algún licor, yo pensé en ron, ya que es lo que más me gusta y un día salí temprano del trabajo, salí un poco decidida y a la vez un poco insegura de ir a comprar la botella, en la calle que hay para llegar a mi casa me quedé parada y en un lapso de 5 minutos mirando el celular elegí no ir a la casa, fui a la tienda y compré una botella de ron y durante ese día y el siguiente la dejé casi vacía, el primer día la oculté bien, porque yo sé que eso era para problemas, pero aunque lo ocultara iba a salir a la luz algún día, y así fue, había vuelto mi problema con el alcohol y él había encontrado la botella, me acuerdo de que me dijo.

—Isabel, encontré esta botella cuando entré a la casa, ¿Es tuya? ¿Estuviste tomando?

—La verdad, sí, el trabajo me tiene estresada y esa es mi forma de escapar.

—¿La botella cuándo la compraste?

—Desde ayer.

—¿Me estás diciendo que te acabaste una botella en un día y tu excusa es el estrés? Podemos ayudarnos mutuamente en eso y así no tener que recurrir a vicios, el alcohol únicamente trae daños, podemos buscar otros recursos.

—No es mi culpa, me ayuda a salir de todo y agradece que no hago lo otro, no me crucifiques por beber una maldita botella.

—No lo voy a hacer, te quiero es ayudar, pero, ¿Qué es lo otro?

—Olvida, nada.

En ese momento no le había dicho que había sufrido un problema de adicción, que había sido abusada, que tengo problemas con el alcohol, él no sabía nada de mi pasado, no quería saber el cómo iba a reaccionar si le decía todo, siempre que encontraba algo relacionado con mi adicción reaccionaba de una manera agreste para desviar el tema de conversación.

—Entonces él no sabía nada de tu niñez.

—No, no sabía nada.

—Prosigue.

Después de esa discusión nos quedamos callados por un buen rato, se sentía una sensación extraña, en silencio y mirando un techo blanco, me eché la culpa de todo, sentí un bajón emocional horrible y quería llorar, era nuestra primera discusión y en unos 5 minutos me haría una comida de perdón, un omelette quemado, no era el mejor cocinando y yo en verdad valoro que lo intente, que me haga esos detalles y lo abracé casi llorando.

En navidad nos quedamos en la casa mirando por la ventana a la gente prender velitas, había dos niños jugando y riéndose alrededor de las velas, me entró un sentimiento de querer tener hijos, para poder verlos así y sonreír mientras comemos natilla juntos en la mesa, le diría a él que sería lindo tener hijos y ser padres, pero no me respondió, me le quedé mirando toda la noche y él únicamente tomaba vino, puedo sonar dramática, pero quería llorar por no haber recibido respuesta.