XV poenitentiam

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—¿Quieres hablar del segundo año de relación Isabel?

—Sí.

Lo último fue que lo promovieron y yo lo había traicionado, decidí celebrar con él para que no sospechara y dejaría de ir a fiestas por un rato, ya que no me sentía bien al recordar la infidelidad, ir a fiestas me recordaba ese sentimiento y no lo quería repetir, eso ayudó a la economía en la casa, así que pues, fue buena idea a pesar de todo. Un día me hizo un detalle que nunca había recibido, me había un hecho un PowerPoint.

—¿Un PowerPoint? Mi esposo me hace eso y lo mató.

—Es un detalle muy lindo, muy pocas personas hacen eso, no lo mate.

Al entregarme el detalle lo abracé, quería abrazarlo todo el día, pero se me vino a la mente la infidelidad y no pude, me quité del abrazo, no sé qué pasaba por mi mente en ese momento, me sentí asqueada conmigo misma.

Pero los meses pasan, el tiempo toma factura y las cosas dejaron de ser las mismas, yo actué de una forma muy tonta, dejé de hablarle como en el pasado, ya no le volví a contar mi día a día, pensé que ya había aburrido todo eso, lo de que le mandaba muchos mensajes, le cantaba canciones por medio de mensajes y ya no volví a entonar las letras más, a veces no le mandaba mensajes y quería hacerlo, pero no sé qué me detenía, también a veces me levantaba antes y me iba al trabajo y él seguía durmiendo, quería quedarme, abrazarlo, pero no pude, me costaba y me iba.

Llegó un momento en el cual decidí volver a irme a fiestas, quería un medio de escape al trabajo, toda la situación con Thomás, quería alejarme de todos y las fiestas era mi único método, aunque me recordarán a esa noche, eran mi única salvación. Había días en los que me iba temprano y me iba a casa de una amiga, duré 4 días sin ir a casa, no sé por qué lo hacía, actuar así con él fue muy estúpido, lo quería, pero a la vez no.

En un momento había tenido un día duro en el trabajo, clientes que trataban mal, estaba estresada y él me dice.

—Isabel, quiero hablar contigo.

—¿Qué pasó? ¿Qué quiere?

—Quiero tener hijos.

—A buena hora vienes a decir, cuando antes yo te lo había pedido y, pensé que se te había olvidado.

—Antes estaba inseguro, ahora estoy totalmente seguro.

—¿Inseguro? ¿Por eso me desviabas todo tema? ¿Y por qué ahora sí te dio la gran maldita gana de tener hijos? ¿Por qué todo tiene que ser cuando tú quieres? Yo quería esa mierda hace rato, te lo pedí muchas, muchas, muchas veces y tú te quedabas callado o me cambiaba de tema.

—Perdóname por eso, pero antes no me sentía capaz, teníamos muchos problemas y transmitirlo al niño o niña no iba a ser bueno, anteriormente estaba con miedo, pero ahora podemos hacerlo, quiero que seas mamá de mis hijos.

—¿Miedo de qué o de quién? Ni siquiera me interesa saber, recuerda que esos problemas se solucionaron hace rato ya, pero el señor se le dio buena idea decir eso ahorita, a buena hora vienes a decir.

Me fui de ahí cerrando duro la puerta, me iría a la casa de una amiga y ahí me refugié, llegando al día siguiente, lo único que le dije fue que no quería hablar de nada de lo ocurrido, me sentía avergonzada por haberlo tratado así, pero también me sentí enojada, ya que justo trataba ese tema ahorita, eso me enojó.

El tiempo pasó y no hablábamos, era como si estuviéramos haciendo una ley de hielo, antes siempre eran 2 o 10 palabras por día, pero por un momento fueron 0, entonces un día yo pregunté de la forma más amable del mundo, aún seguía enojada con el tema de los hijos.

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