Camino a un recital

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Tan blanco que se volvían rosas, la sangre bajo su piel pintaba de distintos tonos.

¿Eran sus manos acaso suaves o ásperas?

Grandes con dedos largos, firmes se posaron sobre el piano primero tocando con suavidad de un extremo a otro como si se reencontrará con un viejo conocido.

Un sonido abrupto inundo el estudio. Las oscuras cortinas color vino sobre las delgadas blancas parecían temblar, vivir o querer huir. Alguna sombra surgía de ellas pero no podía más que sentirse.

—Necesita afinarse— saboreaba las palabras con quietud. Tomo el banquillo enfrente parecía querer sentarse pero en su lugar hizo un leve movimiento con la cabeza indicándole al muchacho que tomará asiento.

Iba peinado diferente, con su cabello atado en una coleta baja, debería lucir desalineado pero lucía encantador, más cómodo y menos estricto que con la coleta alta.

Aunque conservaba dibujado en su rostro el ceño fruncido mientras afinaba el piano era su rostro calma la que predominaba.

—Toca— ordeno y escucho atento lo movimientos de Tetsuhiro— está listo— levanto la mano indicando que podía detenerse.

Un respiro más profundo de lo que imaginaba ¿Cuánto aire estaba conteniendo? La emoción subía a sus mejillas que se ahora eran rosas como las puntas de sus dedos.

Era un respiro que termino en suspiro con un corazón latiendo más y más fuerte.

¿Podía verlo?

Tenía la sensación de que su corazón golpeaba con fuerza hasta llegar a las paredes con toques de oro.

¿Ha tirado un reloj?

No importa igual continua.

Y aunque sus manos tiemblan el primer toque es tan firme que resuena no es música pero lo conoce y eso es suficiente para sentirse libre, no siente que da un paso en falso ni que caerá irremediablemente al vació y se siente tan bien, está siendo sostenido por un delgado hilo pero es reconfortante aferrarse a algo que nunca cambio que sigue donde lo dejo, donde lo aprendió y que no le cuesta trabajo ni su dignidad.

Es tan libre que su seriedad desaparece de su rostro como si no hubiera estado ahí por años y se convierte en calma, sus ojos se cierran y sus oídos solo escuchan los sonidos del piano.

Tetsuhiro no está impresionado por la forma de tocar de Souichi, es bueno y no se atreverá a negarlo, mueve los dedos con rapidez y parece conocer a la perfección cada nota pero es mecánico, esto ha desconcertado al joven que al voltear a ver a su guardaespaldas se ha encontrado con un hombre profundamente entregado a lo que hace, ¿es realmente mecánico?

Sin duda hay muchas cosas que podría aprender a hacer pero no está realmente impresionado por su forma de tocar como de su rostro calmo y sus rápidas manos. Se ha borrado el enojo de su rostro y parece ignorar todo lo demás.

Souichi sabe mucho, podría impresionar a cualquiera pero no a Tetsuhiro que tiene un corazón joven demasiado sensible y rebelde, justo él piensa que lo más importante en la música es dejarse llevar, que es un arte y hay que crear salirse del molde y atreverse a dar todo lo que uno siente, para él se trata de expresar todo lo que uno tiene dentro.

No es una cualidad poco apreciada en la música pero lo que esperan de él es justo lo contrario, sobre todo en un recital tan importante, él está convencido de que no saben nada de música y es un poco verdad, tan cierto como que se le ha exigido conocer todo lo que se ha de conocer y por lo tanto tocar de la manera apropiada.

Souichi es el maestro perfecto dadas las circunstancias.

Souichi no está dejando el corazón, la pasión de lado al tocar, si Tetsuhiro estudiará lo suficiente habría notado ciertas modificaciones que hizo al tocar, algunos atrevimientos que se tomó de acuerdo a sus propias consideraciones. Fue obligado a tocar durante horas y horas en cuartos junto a sus compañeros, con una ventana tan pequeña que apenas se veía el sol, sus dedos aprendieron todo lo que debían aprender y su cerebro memorizo.

Y aún recordaba la hoja que cayó un otoño a través de la ventana mientras tocaba.

Para tomarse libertades en el arte primero debes conocer ciertas bases, las horas que dedicarás a aprender algo también demuestran tu amor y tu pasión.

Al terminar una gota de sudor se deslizo tras su oreja.

Estaba extasiado y miraba el piano como un niño hasta que vio al muchachillo mirándolo a él

— ¿Pusiste atención?

—Así es— aseguro el joven

—Pareces distraído

—También es verdad— tomo sus manos e hizo un leve estiramiento— es mi turno

Aparto bruscamente las manos de su autonombrado instructor y le mostro que también tenía mucho que enseñar.

Era resuelto y encantador, lleno de gracia y energía, terriblemente desordenado con la rebeldía propia de su alma, no solo sus dedos se movían a un ritmo bestial también todo su cuerpo lo seguía, era su corazón lo que temblaba al compás de la música dejando desordenado su cabello negro y llenando su frente de sudor, su piel delicada y suave tono tostado también se coloreo por un tenue, tímido y ligero color rosa.

Era tan atrevido como encantador, Souichi quedo de inmediato embelesado por aquella manera tan resuelta de tocar, conto los errores que el joven había cometido pero no con superioridad más bien con sorpresa.

¿Era posible? Tal joven malcriado tocando una pieza con tal entrega, era acaso aquella perfección tan llena de errores producto de la más tierna inocencia o de la más atrevida juventud.

La vida empezando ante sus ojos y la escuchaba cantar, era maravilloso.

Se sintió francamente conmovido pero sumamente frustrado cuando Tetsuhiro culmino la pieza abruptamente a la mitad.

Le había mostrado un tesoro y al mismo tiempo le mostro que no tenía nada.

Lo supo con la mirada perdida de aquellos ojos oscuros, las manos que todavía permanecían sobre las teclas sin idea de a dónde dirigirse, un leve temblor el mismo que se apodero de él ante de empezar y que visitaba al pequeño antes de llegar a la mitad.

Los cinco segundos que duro el silencio se volvieron eternos para el menor que avergonzado no se atrevió a mirar más que al piano.

Tal falta era imperdonable, no había peor error que no terminar una pieza.

—Magnifico— dijo Souichi quien solo espero a estar seguro de que su pequeño protegido no continuaría tocando para hablar— realmente me ha impresionado joven

Por un momento Morinaga pensó estar siendo víctima de una especie de broma pero la voz de Souichi era suave y no dio pie a malos entendidos, antes de que él pudiera excusarse por sus faltas el guardaespaldas continuo.

—No debí esperar menos de usted realmente me ha conmovido, pero francamente me alegra encontrar que a pesar de su hermosa interpretación todavía hay algunas cosas que yo pueda enseñarle. Claro, si me lo permite— se puso de pie.

Tetsuhiro lo miro.

El color negro se posó directamente en el claro de un amarillo casi inexiste. La oscuridad se ilumino por el sol de dos ojos tras grandes gafas, que lo miraron esperando una respuesta que ya estaba dada.

"Me descubrí en esos ojos y tengo la sospecha de que lo mismo pasó con él"

—Claro, sería un placer aprender de usted— fue sincero por primera vez.

A través de la enorme ventana del estudio algunas hojas del patio llegaron al suelo, esta vez vistas por el joven Morinaga frente a un piano que le pertenecía a su familia hace generaciones.

Tetsuhiro y Souichi quedaron más que satisfechos con aquella práctica que se extendió hasta la hora de dormir, y aún más con el descubrimiento de que el contrario no era una persona hueca y sin aspiraciones.

Y dos jóvenes contaban secretos que esperaban nunca se descubrieran.

Misterio en sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora