El recital.

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Tras recibir la noticia de aseguro de cumplir con cada paso, cargó las armas, las colocó disimuladamente escondidas bajo su saco unas pequeñas unas más grandes, balas brillantes, opacas y pesadas.

Armas negras derrochadoras de sangre sobre manos pálidas

Pensaban cada vez que las tomaba, las conocía a la perfección, las limpiaba sin falta cada semana y le temblaban cada vez que las tomaba.

Revisó la casa, cada puerta, cada ventana, cada espacio que pudiera ser usado en contra y a favor, oportunidades, escapes, memorizo rutas para escapar de la casa que ahora habitaba y del teatro donde sería el recital.

La gasolina  en en auto, Tadokoro el chófer listo, los sirvientes, mayordomo, ama de llaves, todos en sus labores mientras él se aseguraba de que todos fueran confiables, que todos actuarán normal, que no olvidaría ni un cabello de alguno, que en el momento de la verdad aunque no fuera su trabajo podría salvarlos a ellos también.

El auto limpio y seguro.
Nadie desconocido en la casa.
Puertas y ventanas en orden.
Armas, balas y sus manos repentinamente firmes



Se ató el cabello con cuidado, limpió sus anteojos y llevó a la familia hasta el auto.



Tadokoro conducía en silencio la familia se sentó junto, Souichi no se movió observando todo












La gente.
Fueron guiados hasta el estacionamiento.
Los invitados entraban despacio, detenidos por saludos y muestras de cortesía.

Souichi dejó a la familia, debe acompañar a Tetsuhiro tras el escenario para asegurarse de que lo hará bien.

Y en silencio eso hace, con tanta gente prefiere como siempre estar detrás del espectáculo.





Ve una sombra, algo fugaz pero que es capaz de reconocer, se detiene y voltea rápidamente pero se pierde entre la audiencia.
Está seguro de lo que vio, no se permiten dudas pero fue tan rápido que se vuelve borroso y por primera vez piensa que pudo ser una confusión.

Una vez.

—Tatsumi— lo llama Tetsuhiro, tan lleno de nervios que siente pena por su distracción.

Y lo sigue

Lo sigue porque ahora no hay razón para detenerse, el telón se sube y empieza la función.

Tetsuhiro será el último en pasar, cerrar con broche de oro el espectáculo.

Está listo, ha practicado una y otra vez, podría tocar con los ojos cerrados y aún así tiene miedo¿Por qué? Es en parte por el lugar vacío entre sus invitados, el tumulto de personas y ese lugar en especial vacío

Era su lugar, era su invitación, dudo mucho al entregarla y finalmente lo hizo, ahora a lo lejos solo podría ver el espacio que le pertenecía, vacío, lejano.
Algo anda mal.

Algo anda mal, algo anda mal, algo anda mal, se repite sin cesar en su mente hasta que finalmente siente una mano en su hombro.

Es Souichi.

Está por pasar, tres personas más y será su turno

—¿Está bien?— pregunta Souichi, con una voz mucho más amable de lo que nunca había escuchado

—No vendrá — dice refiriéndose al asiento vacío, se supone que Souichi no debería saber a quién se refiere pero cuando le responde:

—Toca como si lo estuviera

Misterio en sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora