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Algunas actividades se hicieron familiares mientras los días pasaban y el invierno se hizo presente, el frío de los primeros días de la temporada aún eran soportables, quizás por ser los primeros pero cabía la posibilidad de que fueran más intensos que el año pasado. La primera nevada todavía no hacía presencia pero era seguro que sería en un par de días.

Las telas de su vestimenta aún cubrían el frío de afuera, arropando el calor de su cuerpo pero no lo suficiente cuando salía para hacer los mandados o actividades de la manada, ir con sus padres y hermanos sin demorarse mucho porque debía regresar a su "hogar" antes del atardecer, algunas veces con comida para guardar y algunas otras con telas o ropa para soportar el fría que incrementaba con los días.

Su estadía en esa choza se había incrementado, el anhelo de sus padres se vio opacado conforme los días pasaban y ese hombre no daba signos de morir o de despertar, nada. Seguía inconsciente como el primer día, los remedios y cambios de hojas medicinales eran los únicos que cambiaban cuando tenían que ser desechados y sustituidos. Las cicatrices y heridas cambiaron su tomó de color y cerraron un poco, muy poco a decir verdad.

Sus propios padres aún tenían la esperanza de que no despertara el alfa y él también, lo deseaba con toda el alma y le aterraba la idea de que sobreviera. Algunos rumoreaban que sobreviera, que la sangre de un alfa solitario era completamente diferente a la de un alfa normal y que las posibilidades de morir en un ataque eran muy bajas, más aún al tener una edad ya adulta en la que todos sus sentidos están plenamente desarrollados.

Los demás omegas de la aldea le daban ánimos cada que se encontraban en sus deberes o en el camino de regreso a su hogar. Algunos se lamentaban por lo que le sucedió mientras que otros simplemente se quedaba callados no sabiendo que decir al respecto, por qué sin duda todos tenían miedo de decir algo que le afectara más de lo que ya estaba sufriendo.

Sus deberes dentro de la manada cambiaron ahora que ya estaba enlazado, antes iba a dejar de comer a su padre, hermanos y otros alfas del la aldea, recogía semillas para su hogar y familia pero ahora ya no hacía eso, tal vez, por qué estaba por empezar la temporada de invierno y las posibilidades de salir al bosque eran nulas, ayudaba a tejer en su mayoría del tiempo y cuidaba a su "alfa", limpiaba sus heridas como le indico la curandera, haciendo que sus día solitarios crecieran con ello.

Ya no escuchaba las risas y peleas de sus hermanos pequeños, tampoco las anécdotas de sus hermanos mayores y padres cuando salían al bosque. La verdad era que extrañaba a su familia, extraña estar en su hogar calido y colorido lleno de vida y color, con risas, peleas, platicas y alegría. Tener a su familia cerca.

No estar en esa choza fría y solitaria que cada día se había más fría y oscura a pesar de que la mayor parte del día la tenía encendida para dar calor a su interior. Con los días se acostumbro a lo rústico de la choza; sin más muebles que los indispensables y a su opaco color que le parecía triste y aburrida.

En sus ratos libres se dedicaba a acomodar las maderas, a acomodar a su gusto las pocas cosas que encontraba en la choza, a limpiar el polvo de la mesa y las sillas. A guardar los pocos utensilios de cocina en espacios que creía convenientes para ello y a colocar los nuevos que su madre le proporciono cuando le daba comida para más tarde.

Apesar de que esperaba que ese alfa no despertara se estaba familiarizando demasiado con la forma que estaba quedando la choza, más cómoda y habitable. Quizás después de que el alfa partiera de está vida podría quedarse con la choza, la tradición dictaba que le pertenecía a él sí su alfa moría en batalla.  Pero también tenía miedo al respecto porque se enlazaria con otro alfa, con Jungkook específicamente y no quería tener nada que le recordara los días grises al lado del ese hombre.

Su Omega goteaba asustado con la idea de seguir unido a ese alfa que en vez de transmitirle protección y cariño le provocan miedo y pavor. Nada de él le tranquilizaba apesar de que fue quien le salvó la vida de aquellos alfas solitarios, aunque sin lugar a dudas, era el culpable de lo que sucedió.

El cansancio del día se hizo presente obligando a su pequeño cuerpo a buscar descanso dentro de esa fría choza donde armó su pequeña cama, sola para él. Sin nada más que unas cuentas telas de dormir y pieles que le cubrían de frío, del lado contrario al que era del alfa Min por estar más seguro así, lo más lejos posible de ese hombre.

Parecía ser y no recordaba mucho la comodidad del lugar en el que dormía ese alfa pero dudaba que fuera mejor que dormir en el suelo, en su pequeño nido que era exclusivo de él y que nadie más que él podía entrar en el.

Se acomodo sobre las mantas abrigandose con las pieles largas y cálidas que su padre le regaló en sus cumpleaños pasados recordándose que debía ser fuerte por el tiempo que tuviera que estar ahí. Días, contados días como sus padres le recordaban en cada oportunidad y no como la vieja curandera se esforzaba en negar y asegurarle que el alfa Min sobreviviría y en cualquier momento abriría los ojos. Rogaba a los cielos que jamás sucediera por qué de ser así jamás sería libre, tendría que ser de ese alfa aunque se negara a ello.

¿Intentar matarlo? No podía, su corazón débil le detenía justo en el momento en el que apretaba el cuchillo en su mano, el remordimiento se hacía presente en su pecho, carcomiendo le el corazón y recordándole muchas veces que no debía matarlo, que ya sufría demasiado en ese estado y que quizás no sobreviria, además tampoco quería vivir con la culpa de su muerte.

Apesar de todo ese hombre no debía morir por sus manos, si era el destino de los dioses no podía impedirlo aunque su corazón y Omega se negaran a lo contrario.

Bestia 🔗Yoontae🔗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora