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Un chico de cresta roja caminaba por las calles de Los Santos, sonreía mientras tarareaba una melodía que no se podía quitar de la cabeza desde que la escuchó a través de su ventana, su vecino la ponía cada mañana y se guardaba en su mente hasta que desaparecía a mitad del dia.

Tenía una pequeña tienda de ropa cerca del centro de la ciudad, sus años estudiando diseño y moda le habían llevado a viajar por varios paises y a trabajar como ayudante para varias marcas de renombre, ahorró lo suficiente como para comprarse un apartamento y abrir su pequeño espacio donde vendía sus modestos diseños, así era feliz, tenía todo lo que deseaba.

Su hogar se ubicaba en el lujoso edificio enfrente del Bahamas, era un capricho que pudo costearse después de tantos años de arduo trabajo, cada mañana desde hacía mas o menos un mes su vecino ponía esa pegadiza canción, no le conocía pero alguna vez lo vió saliendo de su apartamento.

Era un hombre alto y serio, su piel blanca como la nieve al igual que su cabello, solo que este tenía reflejos plateados, Horacio alguna vez lo saludó al cruzarse con él pero aquel intimidante hombre solo había asentido con su cabeza sin contestar ni una sola palabra.

Al de cresta le resultaba curioso que aún habiendo oscuridad en la ciudad, él siempre llevaba unas gafas de sol que no dejaban ver apenas su rostro, lo único que sabía acerca de ese tipo es que le encantaba la canción Open up the gates de Bri Sarikcioglu, ya que la ponía en bucle dia tras dia.

Llegó a su negocio y abrió la puerta dándole la vuelta sonriente al cartel de •Abierto•, entró y se quitó su cazadora dejándola colgada en un perchero dentro de la trastienda. Fué hasta el cuadro de luces y pulsó cada botón dándole la bienvenida a un nuevo dia de trabajo.

Colocó unas cuantas telas que había dejado desordenadas la noche anterior, estaba demasiado cansado y solo cerró su negocio para volver a su piso y darse una ducha yéndose a la cama tras ello.

-Buenos dias bebé,- Gustabo entró por la puerta con un par de cafés y unos bollos recién hechos.

-Buenas, ¿tú no tenías hoy turno doble?,- preguntó extrañado de verlo allí.

-Que va, al final el viejo me lo cambió, no aguanto al puto ruso, prefiero patrullar con Greco así que le di el coñazo hasta que me lo cambió,- rieron y el menor de ambos cogió un bollo y comenzó a comerlo mientras se sentaba en un suave y cómodo sofá que tenía cerca de la puerta.

-Como se la lias al superintendente, luego dices que te da con la porra,- Horacio solo conocía a la gente de comisaria por las historias que le contaba su amigo.

-Na, es buena gente...al final nos da todo lo que pedimos.-

La campana de la puerta sonó y un alto hombre entró por la puerta,- Priviet,- saludó observando todo a su alrededor muy serio.

Horacio se levantó rápidamente del sofá entregándole el resto del bollo al rubio y limpiándose las manos en su pantalón,- Buenos dias...- quedó mudo al darse cuenta una vez frente a él, de quien era.

-Venía a por un traje, debe ser completamente negro y básico, ¿tiene algo así?,- preguntó sin mirarlo.

-Eh...bu-bueno...no así pero parecido, venga por aquí y le muestro,- fué hasta la parte izquierda de la tienda donde había varios percheros con una cantidad considerable de trajes, muchos colores y estilos, pero poco básicos.

Fué sacando de uno en uno los que más se podían parecer a lo que el cliente estaba pidiendo pero solo veía la cara de decepción del mayor quien negaba al ver cada prenda,- no es lo que busco, necesito algo menos brillante, algo...oscuro.-

🦋SEVENTEEN DAYS🇷🇺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora