Capítulo 25.

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KATHERINE.

Piel.

Le suelto, le digo realmente como fueron las cosas, cuando caí, cuando Sam me salvó, cuando desperté en una camilla de hospital, cuando oía gritos de médicos pidiendo sangre para transfusiones.

Lo poco que recordaba de esos momentos se los comenté, le comenté cuando fui a vivir con Sam y su familia, quienes son y la gran importancia que tienen para mi y mi hija, sobre todo Rosetta quien ha sido una abuela para Marina.

Le cuento cuando supe que estuve embarazada, esa madrugada que me despertaron las náuseas y que corrí al baño porque no aguantaba más lo que tenía en la garganta.

Cuando las nauseas duraron cuatro días, cuando ni siquiera tenía apetito para nada y cuando fui al médico en secreto con Rosetta que me dio la noticia que dio vuelta mi vida.

Le cuento hasta cuando decidí cambiar mi color de cabello, le enseño los tatuajes que tapan las cicatrices de los disparos, le muestro mi abdomen para que vea que tengo ciertas estrías que el embarazo me dejó.

Sus dedos fríos tantean mi abdomen provocándome náuseas porque le he dicho todo pero me falta la gran verdad, la verdad que me apuñala en la espalda cada que veo la marca de nacimiento que le decora el cuello.

-El embarazo fue una tortura -suelto enrollandola pasta- Marina se llevó la poca belleza joven que me quedaba -rio y me mira- Realmente estaba horrorosa.

-Tu jamás podrías estar horrorosa, de seguro estabas hermosa -me dice y me avergüenza lo roja que me ponen sus palabras.

-Tomaba mucho sol, me gustaba oír las olas, sentir el aroma a playa y comer muchas fresas con crema.

-Adora las fresas.

Lo miro.

-Tu hija -dice- Siempre que viene a casa pide lo que sea pero con fresas. Antonio la adora, todos aquí en realidad y pues claro, es porque es una mini versión tuya.

Se me hace tan imposible no pensar en cosas obscenas cuando habla de esta forma con respecto a mi hija...

Lo único que mi cuerpo me pide a gritos es su sexo, es su tacto, sentirme deseada ante un hombre con semejante experiencia y que conoce mi cuerpo como si fuese la palma de su mano.

Comienza a hablar de Marina de una forma tan hermosa, la describe como algo único y tiene razón, por primera vez en mi vida lo escucho hablar de una niña de forma sincera y real.

Trago grueso, los impulsos no me pueden ganar en esto.

Esta herido. Se repite en mi cabeza.

¿Y eso qué? Un Dubái te lo follaste y estaba herido igual.

-No sabía que habían tenido una charla digo, que se conocían...

-Sí, me calmaba mucho cuando venía. Hemos ido a ... -se calla- A comer.

-Que... Lindo -sonrió ocultando el dolor que me causa escuchar eso.

Posa su cabeza en la almohada, deja sus manos detrás de su cuello resaltando su cuerpo en posición supino.

Quiero tener fuerza de voluntad y mirar hacia otro lado pero no puedo.

Su camisa se levanta un poco, dejando ver su pelvis tan solo un milímetro de piel, demasiado como para deleitar mi entrepierna con el recuerdo de su piel rozando la mía.

Vivan los recuerdos fogosos.

Lo encuentro mirándome fijo pero no como si quisiera decirme algo, sino con ese oscuro en los ojos que me recuerdan a su impulso voraz masculino.

Tú Decides. [#3] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora