Capítulo 10.

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LEONARDO.

Tobías.

Desayunamos en familia, Isabella prepara las tostadas que le deja a Tobías en frente mientras yo sirvo café en nuestras tasas.

-¿Tú padre no desayunará con nosotros, cariño? -indaga y la miro.

-No, esta cansado -miento mirando el anillo que porto.

Es el aniversario de fallecida de mi hermana, papá nunca sale de su habitación este día y le damos su espacio ya que tiene sus métodos de pasar el luto.

-¿Viste el entrenamiento que te mandé?

Asiente.

Mi hijo Tobías es de pocas palabras, hasta creo que al comienzo pensamos que era un niño mudo, que ni hablaba pero que si oía lo que le decíamos, hasta que una noche lo escuche quejándose de pesadillas que lo atormentaban.

No tiene amigos, Natalie y Nick tratan de acercarse a él pero mi campeón les corta todo tipo de charla.

Es un prodigio con el piano, toca de maravilla y ese es un don que su madre le heredó.

Adora la tecnología, es bastante bueno en lo que hace y si no está tocando el piano, esta jugando en la computadora.

Calificaciones excelentes, es un alumno excepcional sin embargo, carece de ambiente social.

Los gritos se escuchan a lo lejos y detallo su rostro cuando se voltea a ver a Natalie y Nick correr como locos mientras ríen.

-Ve con ellos cielo.

Niega y vuelve a lo suyo bebiendo jugo de naranja hasta que...

-¿Por qué vistes así? ¿Te gusta el color negro? -indaga una voz infantil que me tumba la taza de café en el suelo donde se hace añicos.

Isabella me mira sorprendida tanto como yo, y mas cuando la niña lo mira a mi hijo quien no le saca la mirada de encima.

-¿Te gusta algún color? -le pregunta.

Me da pena que no le conteste..

Sigue sin responder hasta que ella se acerca más y le extiende la mano.

-Me llamo Marina -dice- Como el mar. ¿Tú cómo te llamas?

No puedo dejar de mirarle los ojos anormales que carga.

Isabella tapa su boca cuando Tobías le toma la mano.

-Me llamo Tobías -habla y miro a mi mujer quien está a nada de llorar- Solo Tobías.

-¡Que lindo nombre!

Aplaude feliz y lo baja de la silla.

-Estabamos jugándo a las princesas y a los príncipes. ¿Quieres jugar? -dice- Podemos ser hermanos, ella tiene un hermano y yo no.

Asiente mi hijo.

Voltea a mirarnos.

-¿Puedo madre? -indaga e Isabella asiente feliz- ¿Puedo padre?

-Por supuesto.

A penas nos sonríe y tal acción alivia mi alma y corazón de una forma tan gigante que me levanto a tomar la mano de mi esposa quien llora feliz.

-No puedo creer lo que acaba de ocurrir, fue tan hermoso que... ¿Viste esa familiaridad? Dios santo, que hermosura de niña...

Asiento y la abrazo mirando como mi hijo juega con la niña que no le suelta la mano y que él parece estar cómodo.

Tú Decides. [#3] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora