Día 162

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- Hoy nos haremos de comer. - dices feliz.

- ¿Cómo? - digo sin comprender.

- Si, yo haré tu comida favorita y tú harás la mía. Tengo todos los ingredientes esperando en la cocina.

- ¿Seguro? Recuerda que soy pésima en esto.

- Lo harás bien, vamos.
Fue así como pusimos las manos en acción. Tú preparabas unos ricos macarrones, justo como me gustaban, y yo trataba hacer alguna imitación barata de dumplings. Todo iba bien, hasta que me aburrí.
Después de divagar, decidí que era buena idea lanzarte harina, así que eso fue lo que hice, te lance una buena taza de harina.

- ¿Qué rayos? - preguntaste. Te diste cuenta inmediatamente de que era harina.

Y así comenzamos una batalla de harina, ensuciando toda la cocina. Traté de hacerte tragar harina, y tú trataste de que la respirara, llegó un momento en donde te desesperaste y me empezaste a hacer cosquillas.

- ¡Pero que afán! ¡Para! - digo riendo.

- Vemos.

- ¡Eithan! ¡Para! ¡Me enfadaré si sigues así!

- Vale, vale - dejaste de tocarme - ¿Estamos bien?

- Estamos bien. - Digo para besarte.

Hay días, hay momentos, parpadeos y suspiros, en donde me permito extrañarte, sentir el desastre que dejó tu ausencia, añorar tu presencia, por más dañina que sea.
No dejo de repasar esto ¿en qué momento? ¿En qué momento fuiste tú primero y después yo? ¿En qué momento decidí que estaba bien mi inestabilidad emocional con tal de que siguieras aquí? Tal vez, tú no eras el problema. Tal vez, yo lo era por amarte como debí de amarme yo.

190Donde viven las historias. Descúbrelo ahora