Capitulo -2: Voces Sin Cuerpo.

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—Deja que me ría, cirquero —le dijo Elara a ese hombre que estaba delante de ella.

¿Un mundo tras el espejo? Que disparate más descabellado; en serio no salían de papel en ningún momento, o al menos eso comenzaba a creer.

—No es broma, querida Elara —aclaró el sujeto en tono de voz afeminado.

Era alto, bastante, parecía una jirafa o una torre que se alzaba imponente frente a ella. Era delgado, como un palillo que se escondía debajo de ese traje negro con toques de fantasía, porque poseía en este unos detalles dorados en las mangas y frente del pecho; era obvio que era un vestuario. Tenía una sonrisa de mazorca que no le borraba nadie, o al menos así se mostraba con el comentario de Elara. Sin duda era un "invertido" como decían a aquellos hombres que poseían características femeninas. Ni hablar de esas rosadas mejillas y esas espesas pestañas. Su cabello era de un tono morado bastante claro, como si la plata tuviera reflejos violetas, porque su cabello tenía un brillo envidiable, en un peinado bastante cuidadoso de no soltar una sola hebra de cabello.

—Mire, señor... —se pausó para que este sujeto le dijera su nombre.

—Luíh —contestó él.

—Señor Luíh —continuó Elara—. Es ridículo pensar que un espejo pueda contener un mundo detrás. Es científicamente imposible, un espejo solo refleja una imagen, no...

—Dejemos eso se lado por ahora —sugirió Luíh. No quería debatirse entre la fantasía y lo real con esa muchacha que tenía aires de testaruda; o así comentaban sus compañeros.

El lugar que rodeaba a Elara era algo amplio. La rodeaban cortinas rojas en el frente y detrás. Parecía una habitación escarlata, pero solo era el efecto que tenía ese color en conjunto con las luces. En frente tenía un largo perchero dónde colgaban vestuarios en infinidad de colores, además, uno que otro objeto de utilería en el piso y a los pies de la cortina. Si se fijaba bien a dónde su vista llegaba, parecía un pasillo bastante largo del cuál no veía fin, o al menos así parecía, porque al parecer hacia una circunferencia.

Era obvio que estaban en la parte donde los artistas circenses se preparaban para sus espectáculos.

—No sé que hizo ese ilusionista...

—Daniel —interrumpió Luíh a Elara.

—Como sea. No sé que hizo y ni me importa que me revelen sus trucos baratos de circo; solo quiero que me regreses con mi hermana ahora mismo —pidió Elara con cierto tono de firmeza. Casi era una orden.

—No puedo —contestó Luíh—. No hasta que me den la orden de dejarla ir —su ánimo se tornó serio, casi sombrío y ese acento femenino se desvaneció al decir esas palabras. Eso provocó en Elara un extraño escalofrío que le recorrió el cuerpo vértebra por vértebra. 

—¿Qué?, ¿Para qué? —su mirada expresó enojo.

Esas palabras que Luíh le dijo causaron una pequeña controversia en Elara. Por un momento pasó por su mente una idea oscura y macabra en base lo que le dijo ese hombre.

—Disculpeme —le dijo Luíh—, pero no puedo decir nada más al respecto; solo lo que le he dicho.

—Que estamos en el mundo del reflejo —se burló Elara—. Ya basta de actuar —pidió de no muy buena manera.

El fondo de la conversación de ambos era la voz del maestro de ceremonias y los aplausos del público con un show al que Elara ya se sentía tan ajena e ignoraba.

—No estoy actuando, querida —le dijo retomando ligeramente su acento afeminado mientras corría la cortina de dónde la sacó a ella y se asomó por ahí discretamente.

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