Capitulo -6: ¿Dónde Está Elara?

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Elara se había quedado sola por un rato. Veía ir y venir a los fenómenos pasar con trajes extravagantes en manos, utilería y demás; unos aún sin ponerse el vestuario, otros listos y unos pocos que talvez iban retrasados, porque corrían a medio vestir apurados. Era un verdadero circo lo que ocultaba detrás la carpa. 

Sobre una caja de madera que encontró junto a la puerta de un carromato se quedó sentada. Veía a todos y a la vez estaba reflexiva. Miles de ideas pasaban por su cabeza, un revoltijo de razones, eso sentía. Era su sentido de la lógica dando batalla, buscando razones y justificaciones para cada cosa que veía, mientras que algo dentro suyo cedía por completo, ella creía, Elara creía por completo que ellos existían, que ese mundo existía, todo era real.

Se mantuvo pensativa hasta que se sintió observada, como si alguien a lo lejos tuviera su mirada clavada sobre ella. Alzó la mirada y efectivamente eso sucedía. Aunque el oscuro manto de la noche cubría el lugar, para Elara fue perfectamente visible el dueño de la mirada indiscreta que estaba fija en ella. Era aquel muchacho de melena rubia, rostro angelical y mirada inocente.

El joven estaba caminando hacia una dirección del otro lado del círculo que formaban los carromatos cargando con unas telas. Cuando esté notó que su objetivo también lo miraba, cambió bruscamente su mirada a otro lado, pero en ese instante torpemente tropezó con sus propios y atolondrados pies tirando las telas al caer arrodillado al suelo.

—Estúpido —se burló a sonoras carcajadas Billiett quien iba pasando por su lado.

La cara del pobre muchacho se tornó roja como un tomate maduro. Parecía que sintió vergüenza de que ella lo viera así. Elara se levantó e iba a ayudarle a levantar lo que tiró, pero cuando vió que se aproximaba recogió todo a gran prisa y salió corriendo perdiéndose entre los artistas.

Le dió ternura, ese muchacho le daba ternura.

Se quedó con esa sensación hasta que de uno de los carromatos salió aquel hombre albino enfundado en negro por completo apretando el nudo de su corbata para luego acomodar los gemelos en las mangas de su saco. Pasó su mano desde su frente hacia atrás utilizando sus dedos como peine para apartar un atrevido mechón que caía sobre un costado de su cara, así devolviendo ese pulcro y bien acomodado peinado. Al hacerlo notó que Elara lo miraba, sonrió al notarlo y se encaminó hacia ella.

Debía admitir que Daniel era un hombre bastante guapo según sus criterios, aún descartando su educación al tratar a las personas. Los hoyuelos que se formaban en sus mejillas cuando sonreía le quitaban rigidez a su carácter distante, eso sin mencionar que jamás había visto a un albino, y este se le hizo atractivo, ese cabello plateado lo hacía ver cómo un hombre mayor, pero su rostro le restaba edad. No aparentaba tener más de 25 años, pero su carácter era como de un hombre de más de 40. Educado y calculador, era una mezcla perfecta para persuadir a cualquiera, hasta engañar y salirse con la suya.

—¿Se divierte, señorita Elara? Esa cara de diversión que traía se nota desde la distancia —le dijo Daniel al llegar a ella con media sonrisa que hacía a penas visible el hoyuelo derecho. Era un obvio sarcasmo que la muchacha respondió encogiendose de hombros.

—Solo los veo cambiarse —bajó de un salto de la caja ayudada por la mano que Daniel le había ofrecido—, parece que el alboroto es algo muy común aquí.

Daniel respondió sonriendo de nuevo y se encogió de hombros.

—Necesito irme —le dijo Elara borrando su sonrisa—. Es tarde.

—Por supuesto —dijo e hizo un ademán indicando que caminara primero. Luego se incorporó a su andar junto a ella.

—Pensé que no me dejarían ir —comentó Elara viendo como el caminaba a su lado.

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