Escuchar la historia de Daniel, a Elara le causó una mezcla de emociones que le dejaban un sabor amargo. Era triste, saber que fué abandonado, luego linchado por un pueblo rabioso, era horrible. No se imaginaba el tormento y el dolor que esos eventos le causaron.
No se imaginaba que iba a ser sacerdote; y es que nada tenía que ver un cirquero con un sacerdote. Había un abismo inmenso de por medio, sin embargo, aún no sabía cómo ocurrió ese cambio tan abrupto.
—Naciste en 1870... —murmuró Elara, como pensamiento que se fugó en voz alta—. Estamos en 1913, ¡Tienes cuarenta y tres años!, ¡Imposible! —exclamó con tal grado de asombro que cabía en su mirada.
Daniel rió sin discreción alguna,al igual que todos los fenómenos que estaban reunidos alrededor de ese chispeante y ardiente fuego que proporcionaba la gran fogata que les brindaba calor esa fría noche otoñal.
—Tengo cuarenta y tres años. Estás en lo correcto, Elara —afirmó Daniel con una sonrisa ladina.
—Pero... pareces de...
—Veinticinco —interrumpió Daniel a Elara.
Elara asintió en silencio.
—¿Cómo es eso posible? —preguntó con gran interés después.
—Nada es normal, nada es lo que parece, y nada tiene sentido a veces —le recordó Daniel—. Estamos en Reflecto, aquí nada es normal. De este lado, el tiempo sobre la carne pasa tres veces más lento que en la realidad. Es decir, si pasan tres años, solo envejeces uno —explicó Daniel—. Es la explicación más sencilla que puedo ofrecerte por ahora.
Elara no respondió nada de inmediato, estaba tan sorprendida ante tal confesión. Eso explicaba ciertas características de Daniel; como su forma de tratar a las personas, su forma educada y experimentada de hablar. No se trataba de un hombre joven, ¡Sino de un hombre de mediana edad! Estaba tan revuelta.
—No soy un anciano —añadió Daniel con una sonrisa—. De este lado soy tan joven como lo es un hombre de veinticinco años en la realidad.
—Entonces, ¿Todos en este circo son tus alumnos? —preguntó Elara ante la siguiente duda que surgió, aunque la respuesta era algo obvia.
—Lo fueron en su tiempo —declaró Daniel—. De eso ya ha transcurrido bastante. En la actualidad, solo tú y Ansel son mis alumnos —añadió de buen ánimo—. Ansel tiene aquí cuatro años. No le falta mucho para poseer el nombre de esta "Casa de Enseñanza" —le comentó.
—Si la de Gabriel era Justia, y la tuya Primicens, ¿Cuál es ésta? —preguntó Elara.
—Deluvator —le informó con una amplia sonrisa—. Elara Deluvator no suena nada mal.
Elara se sumió en un silencio meditativo. Era algo complicado las leyes y la forma en que se hacían las cosas en ese mundo, aún así, le parecían que funcionaban bien en lo que había visto y eso era poco; cabe destacar que deseaba conocer todo y no era secreto. Sin embargo, sus cavilaciones no solo se debían a la información de ese mundo. Otras ideas cobraban protagonismo en sus pensamientos. Ideas tristes, ideas abrumadoras, las cuales se iban apagando conforme iba sintiéndose cansada. No podía ignorar que comenzaba a sentir sueño.
—Los humanos... —bostezó para luego agachar la mirada con pena; era como si Elara sintiera un grado de culpabilidad de los humanos—... Ellos fueron crueles... Ellos son crueles —admitió lo último en un hilo de voz que fué perdiendo volumen.
—Sádicos —comentó Luíh con decepción.
—Despreciables —añadió Billiett con repudio.
—Horribles personas —señaló Ansel tímidamente.
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Fenómenos
FantasiElara en un principio es secuestrada por un circo de Fenómenos fuera de lo común. La situación deja de parecer un secuestro cuando la dejan el libertad y tras volver a casa descubre el horrendo plan que tiene su padre para con ella. Tras su descubri...