Elara se giró lenta y temblorosa. La habían atrapado escapando. Tenía los ojos cerrados producto del miedo que sentía al imaginar cómo se pondría su padre al saber que pretendía huir de la casa. Sin embargo, al abrirlos para enfrentar su mala suerte, se encontró con una escena que la hizo abrir sus ojos a su máxima extensión.
Ambos guardias miraban al lado opuesto de la calle dónde estaba ella; justo a dónde el guardia de la izquierda había apuntado en un principio. A Elara no le prestaban atención, ni parecían haber notado su fuga bajo sus narices.
—¿Tan bonita y tan sola?, ¿Te acompaño a tu casa? —le decían a una joven mujer que vió más allá en la dirección que los guardias miraban.
Solo eran un par de hombres que le lanzaban piropos al primer par de pechos que pasaba cerca, sin ni una cuota de respeto.
Aliviada, pero aún asustada, Elara dió un par de pasos largos mirando a atrás preocupada porque esos guardias esa vez si la vieran. En visto de que seguían viendo a la mujer de pronunciadas curvas, Elara corrió como jamás lo había hecho en su vida.
No tardó más que segundos para doblar la esquina y perderse de la mira de los guardias y eso le quitó una preocupación de encima, aún así, no paró de correr. Su corazón latía fuertemente, podía escuchar sus latidos retumbar en su interior como un tambor potente; un hilo grueso de sudor corría por el costado de su rostro y corrió hasta su cuello bajando hasta perderse en su discreto escote.
Las calles parecían hacerse más largas a cada paso que daba, se sentía corriendo en un mismo punto, como en un sueño, pero no era así; Elara sí avanzaba. Su figura parecía la de una escurridiza sombra cuando estaba lejos de las farolas, pero cuando pasaba por debajo de la luz de una, se asemejaba a un rayo del que solo se visualizaba una estela color salmón a la cuál no se le distinguía si era hombre o mujer, porque inmediatamente esa figura se volvía a sumergir en la oscuridad.
En unos minutos que a Elara le parecieron una eternidad, llegó al circo y no se detuvo a recobrar el aliento. Personas iban saliendo de la carpa; una función acababa de concluir. La muchacha corrió en medio de ese mar de gente que salía alegres e impresionados por el show que acababan de presenciar.
—¡Oye!
—¡Cuidado!
—¡Fíjate, niña!
Le gritaron algunas personas a las cuales topó con sus hombros en su desesperada búsqueda de los fenómenos de ese circo. A ninguno escuchó en realidad e ignoró; ni siquiera sintió cuando los golpeó.
Al entrar, solo un puñado de personas quedaba entre el público, las cuales esperaban a poder salir. A ningún fenómeno vió cerca, por lo que se detuvo en frente del centro mirando a su alrededor.
—La función acabó, niña. Mañana darán la última. Talvez puedas verlos —le dijo un hombre de avanzada edad al que no volteó a ver, pero sabía iba saliendo.
Se encontró sola allí, mirando a su alrededor sin ver ya ni público ni fenómenos; solo esa inmensa carpa vacía.
En un intento de buscar a algún fenómeno, Elara se acercó al centro donde se presentaban los espectáculos y lo atravesó yendo en dirección a las cortinas al fondo. Esperanzada las corrió energéticamente, pero solo encontró un espejo grande, de cuerpo completo, rodeado de artículos de utilería.
—¡Daniel! —lo llamó Elara con bastante energía.
Se detuvo un momento, tenía la respiración agitada y casi no le entraba aire. Sentía se desmayaría si hacia el más mínimo esfuerzo.
—¡Daniel! —volvió a llamarlo con mayor fuerza—. ¡Quiero decirte algo!, ¡Sal ahora!
Pero nada, nadie salió de ahí y nadie respondió de ese lado del espejo.
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Fenómenos
FantasíaElara en un principio es secuestrada por un circo de Fenómenos fuera de lo común. La situación deja de parecer un secuestro cuando la dejan el libertad y tras volver a casa descubre el horrendo plan que tiene su padre para con ella. Tras su descubri...