—Por supuesto que volverá a casa tu hermana, Elizabeth —le dijo Jacob al que ese grito desgarrador de su hija mayor no dejó indiferente, pero se mantuvo inexpresivo.
—Conviene que vengan a la estación y me cuente quienes sospecha —intervino el oficial de policía metiendo la foto de Elara en el bolsillo interior de su saco. No estaba uniformado.
—¿De quién sospecha? —repitió Elizabeth mirando a su padre.
¿Tan grave consideraban el asunto que rondaba la desaparición de Elara? Eso aterró terriblemente a Elizabeth.
—Lo siento, Elizabeth, nos debemos ir —le dijo Jacob pasando por su costado.
—Yo quiero ir. Yo también quiero buscar a Elara —suplicó al detener a su padre cuando lo tomó por el brazo con insistencia.
—Juliette —dijo el señor Vincent con tono serio. Su hija lo miró—. Ve con Elizabeth a arriba.
—Sí, padre —obedeció la muchacha tomando a Elizabeth por los hombros invitando a que avanzara.
Elizabeth, aunque avanzó hacia las escaleras guiada por Juliette, no apartó la mirada de atrás hasta que vió salir a los hombres y cerrar la puerta tras ellos.
—Venga, mi niña. Le prepararé un té de Valeriana para que descanse y se calme —le dijo Marietta que estuvo de pie junto a la escalera desde que escuchó a Elizabeth gritar—. También algo para que desayunen las dos.
—Gracias —le dijo Juliette, porque Elizabeth no respondió nada.
Marietta, con ojos tristes vió a Elizabeth subir las escaleras con gran pesadez; era como si llevará todas las penas del mundo sobre sus hombros, pero no, llevaba una que le pesaba con gran dolor. Su hermana menor; la misma de la que se había hecho cargo desde pequeña, aunque también era una niña.
Marietta tampoco fué ajena a la desgracia. Ella estuvo allí en el momento en que empezaron a preguntar Jacob y Víctor por Elara, y fué ella misma quien la buscó por la casa cuando el señor dió la orden. Pero no la encontró, nadie la había visto, en ningún rincón de la casa estaba, y así la histeria comenzó; los invitados se fueron luego de ayudar a buscar cerca (algunos), luego de eso, Jacob, Vincent y Christopher salieron en sus autos a recorrer las calles en busca de la muchacha, mientras Víctor fue con el jefe de policía que conocía.
Cabe destacar que no durmió toda la noche esperanzada mientras rezaba por que alguno de esos hombres entrara con su niña sana y salva, pero eso aún no sucedía y aún se mantenía rezando en sus pensamientos por que volviera y por qué estuviera bien.
Elizabeth no fué a su habitación como esperaba Juliette; siguió de largo una puerta después de la de su habitación en el corredor y entró dejando las puertas abiertas.
—Aquí es la habitación de Elara —dijo Elizabeth en voz baja cuando Juliette entró tras ella.
Juliette no dijo nada y solo miró a su alrededor. Elizabeth caminó hacia la cama y se acostó en ella lentamente boca arriba. El tenue y dulce aroma de Elara le penetró las fosas nasales como una consoladora caricia, era como si estuviera junto a ella, pero no. Un instante después, otro aroma llegó a su olfato; uno floral, eran rosas, de eso estaba segura. Se sentó y vió tres rosas blancas sobre la mesa junto a la cama de Elara.
Con extrañeza, Elizabeth se levantó y las tomó entre sus manos. Dos de esas rosas estaban frescas, mientras que la otra estaba aplastada y algo marchita. Las dejó de nuevo sobre la mesa y su curiosidad la invitó a abrir la gaveta y obedeciendo a un instinto que desconocía, puso su mano derecha sobre el picaportes de la gaveta.
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Fenómenos
FantasiElara en un principio es secuestrada por un circo de Fenómenos fuera de lo común. La situación deja de parecer un secuestro cuando la dejan el libertad y tras volver a casa descubre el horrendo plan que tiene su padre para con ella. Tras su descubri...