Capitulo -10: Entradas Para El Circo.

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Jacob agrandó ligeramente la mirada y se quedó mudo un momento como si no comprendiera la pregunta de Elara. Acomodó el nudo de su corbata color granate y aclaró su garganta.

—No he cambiado de opinión, Elara —declaró expresando seriedad en su rostro y tono de voz—. Sé que mi actuar no correspondió a lo indicado, por eso prefiero llevar las cosas con mayor claridad. El compromiso sigue en pie —aclaró manteniendo el hilo de serenidad para no romperlo.

—Papá... —suplicó Elara como quien clama por clemencia.

—Lo siento, Elara, ésto es lo mejor para tí —levantó su mano derecha mostrando su palma en señal de que estuviera cualquier súplica o apelación a su decisión.

Elara guardó un silencio fúnebre y se quedó mirando a su padre a los ojos. Su mirada reflejaba decepción más allá de esa superficie cristalina que daba indicios de llanto. Un llanto que Elara contuvo; no quería que Jacob la viera llorar.

—Te pido, por favor, trates a Víctor como lo que es y lo que va a ser para tí; tu prometido y futuro esposo, ¿Comprendes? —Jacob miró a Elara a los ojos fijamente.

Elara asintió con una lentitud cansada, resignada y triste. ¿Para que objetar? De igual forma la iba a obligar.

—A menos que me haga enojar —añadió la muchacha.

—¡Te advierto que...!

—Señor Dankworth —Ana, la joven criada asomó su cabeza por la puerta interrumpiendo la exclamación de Jacob—. Tiene visita del señor Anthonyson —le informó.

—¿Dónde está Marietta? —le preguntó Jacob.

—En la cocina comenzando a preparar la cena, señor —respondió la criada.

—Ve a la cocina y dile a Marietta que venga a atender la visita de Víctor —le ordenó.

Para atender a las visitas y las necesidades de la familia, Jacob prefería que Marietta se encargara. Era quien más años tenía en la casa y la cuál sabía cómo le gustaba las cosas al pie de la letra. También se debía a la entera confianza que le tenía.

La criada asintió energéticamente y se fué obediente a la orden de su señor.

Jacob llevó sus dedos índice y pulgar a su puente nasal y parecía murmurar algo que Elara no alcanzó a escuchar, suspiró y se apartó de su escritorio para pasar junto a Elara.

—Ven, Elara —le pidió cruzando la puerta hacia el pasillo.

Elara siguió a Jacob algo cabizbaja; no tenía ánimos de recibir la visita de Víctor ese día, ni ningún otro de ser posible. Al llegar a la sala, encontraron al visitante sentado, distraído mirando por la ventana.

—¡Víctor! —la voz de Jacob lo hizo dar un pequeño brinco de la sorpresa, se levantó y sonrió amigable—. Un placer recibir tu visita.

—No tenía pensado venir, pero anoche no pude dormir en paz con lo sucedido —le dijo Víctor con total sinceridad.

Elara dió un paso a su costado para dejarse ver y saludar de la manera más amable posible a su prometido antes de hacer enojar a Jacob. Cuando salió de detrás de su padre, Víctor posó su mirada en ella con algo de sorpresa, no la había visto llegar.

—Me alegra recibir su visita —Elara forzó una sonrisa amable mientras tenía las manos entrelazadas tras su espalda.

«Y ojalá tú partida sea pronto»

Víctor sonrió con ternura en la mirada al verla sonreír así. Sabía que la sonrisa era forzada, pero Elara lo disimulaba bien.

—Es lindo ser bienvenido por tí —Víctor mostró esos perlados dientes en una sonrisa dulce.

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