Capitulo -7: No Me Pienso Casar Contigo.

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Le molestó bastante el comentario de Victor. Eso se lo hizo saber sin proponérselo arrugando el entrecejo; parecía que chispas y fuego brotaría de sus ojos para hacerle daño por lo que le había dicho.

—No voy a retirar la apuesta —le dijo Elara con firmeza.

Victor no respondió nada ante eso, llevó su mano hacía su menton y frotó su cuidada barba azabache mientras dirigía la mirada hacia abajo donde estaba a punto de iniciar la primera carrera.

Pronto todos se acercaron al balcón para apreciar la carrera que estaba por comenzar. Elara solo veía a su hermana mayor absorta en sus pensamientos sentada al frente moviendo con delicadeza su abanico cerca de su mejilla derecha. Sin nada más por decir, Elara se sentó junto a Elizabeth a esperar que la carrera comenzara.

—Dankworth, pensé que no vendría, ¿O es que teme a dar la cara cuando pierda? —rió Joler desde su lugar.

Elara miró hacia donde se encontraba Joler sentado; por un instante pensó que hablaba con ella al escuchar su apellido, pero descubrió que el estirado hombre de cabeza calva miraba hacía la puerta. Venía entrando su padre, Jacob.

—Que bueno que tenga un humor tan bueno esta mañana, Joler. Espero este se mantenga así cuando el perdedor resulte usted —respondió Jacob con una sonrisa desinteresada al pararse detrás de sus hijas.

Elara devolvió su mirada al frente sin darle relevancia a esa charla. Siempre era lo mismo, ya estaba acostumbrada; hablaban de caballo, que si razas, que si inversiones y negocios. Cosas de la cuál nunca se sintió interesada, y no porque eso se decía de las mujeres, sino porque veía eso como una cosa más trivial para tratar en una conversación. Ya tenían suficiente, ¿Para que hacer más fortuna?

—El buen humor lo tiene su hija menor —rió, pero contuvo un poco si risa al meter su puro entre sus labios para darle una calada, luego soltó una bocanada de humo acompañado por su risa estridente—, las apuestas no se le dan en lo absoluto.

Jacob miró a Elara sin expresión alguna, alzó una ceja y miró a Joler. No tenía palabra alguna con que debatir ese comentario. Elara solo mordía la lengua para no contestar su comentario de mala manera. A penas las brasas de su enojo empezaban a pintarse de rojo amenazando con arder.

—¿Y qué apuesta sería esa? —preguntó Jacob a Joler.

—Una Trifecta —respondió Joler en tono burlón—. La cosa no es solo esa, sino que los caballos fueron elegidos en un orden ridículo.

Joler quedó riendo, volvió a meter su puro entre sus labios y tosió producto de atragantarse con el humo.

Elara sentía el deseo de tomar el puro del hombre y apagarlo en su regordeta nariz o en su pulida calva.

Jacob miró a Víctor quien solo dirigió su mirada hacia los caballos en la arena desentendido del asunto. El padre de Elara iba a decir algo, pero fué interrumpido por el resto que los acompañaba en ese palco anunciando que ya iba a comenzar la carrera.

—Comienza, ya comienza —anunció una regordeta señora de voz grotesca que estaba sentada en el lugar junto a Elizabeth.

El palco se inundó en un conjunto de murmullos que cesaron cuando se dió inicio a la carrera y los caballos salieron corriendo de sus lugares montados por sus jinetes. El silencio duró poco, de nuevo retomaron los murmullos y comentarios en voz alta también respecto quien ganaría, quien iba de último, las condiciones de los caballos y el desempeño que demostraban mientras corrían.

A todos esos comentarios Elara fué sorda. No le interesaba en lo más mínimo lo que decían, solo miraba inexpresiva a los caballos correr, a los latigazos que de vez en cuando le soltaban los jinetes cuando requerían velocidad. ¿Ese era el deleite de la gente?, ¿Caballos corriendo para entretenerlos? No compartía ese amor por las carreras como el que tenía su padre y Victor, pero sí al animal. El caballo siempre le pareció una criatura majestuosa.

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