Capitulo -3: Rehén De La Ilusión.

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Aquellas palabras que Daniel le dijo quedaron en su mente aturdiendo más a sus sentidos.

¿Qué tenían de relevante cuando lo más pesado había sido su captura?

Daniel le había pedido que se quedara de una forma tan educada y amable que le pareció una burla.

Su imponente postura firme y a la vez tan natural lo hacían ver ante los ojos de Elara como una autoridad en ese horrendo lugar. Ante su silencio Daniel llevó sus manos tras su espalda y se inclinó ligeramente hacia ella.

—Dime, Elara, ¿Aceptas? —preguntó Daniel.

El frío envolvente de aquella sombría noche de otoño, provocó que aquellas palabras dichas por el albino fueran acompañadas por un aliento visible como suspiro de neblina que se desvaneció con la brisa helada que también batió esos cabellos plateados.

Daniel se peinaba hacia atrás en un peinado pulcro, elegante, pero aquella brisa fue tan atrevida en mover aquellos hilos de plata llevándolos a un costado de su rostro.

—No —respondió Elara—. ¿Has enloquecido? —cuestionó sin esperar respuesta—. Me trajiste fuera de donde se supone debería estar, me retuvieron en una especie de habitación sin salida, me fuí y me trajeron a la fuerza. ¿Se burlan de mí?

En desconcierto la dejó Daniel; de un momento pasó de ser tratada a la fuerza salvaje, a que le pidieran quedarse de una forma amable. Era como darle una bofetada y luego le hicieran una caricia.

—Me han secuestrado... —murmuró, pero fué audible para todos—. Me dejé engañar con trucos elaborados para disfrazar su crimen —hizo una pausa breve para reflexionar una idea lejana—. ¿Qué quieren de todo esto?, ¿Qué quieren de mí?, ¡¿Esto es por mi padre?! —exclamó lo último—. ¿Buscan alguna clase de recompensa con mi captura?

Daniel hizo una pequeña mueca de disgusto, pero rápidamente la cambió por una en la que la serenidad era perfectamente apreciable para Elara.

—El escepticismo de los nuevos —comentó Daniel dibujando una media sonrisa.

Todos los presentes se echaron a reír a risotadas algo escandalosas que duraron poco. Ellos sabían lo que significaba el comentario de Daniel y como interpretarlo.

Elara frunció el ceño al verlos reír así. Por supuesto no comprendía ni un tercio de lo que le decían. Se sintió burlada; como si el verdadero espectáculo lo estuviera ofreciendo ella en lugar de lo contrario.

—Esto es un secuestro, ¿Saben? —les dijo al cruzar los brazos. Podría haber estado sintiendo miedo, pero que se burlaran así de ella encendió una pequeña mecha de coraje que aún tenía para dar—. Un crimen bastante grave que se paga con varios años de cárcel y mi...

—¿Y quién va a determinar si es un crimen o no? —cuestionó Daniel llevando su mano derecha a su mentón—. Tu misma lograste ver que allá afuera no hay nadie. ¿Quién vendrá a hacer cumplir la ley dónde hay soledad? Además, es tu palabra en contra de muchos artistas circenses que bien podrían decir que hacíamos un truco en uno de los espectáculos —comenzaba a decir mientras llevó su mirada a los fenómenos detrás de él—, que tú misma aceptaste ser voluntaria, que mientras llevábamos a cabo el espectáculo tu te fuiste y fueron a por tí para regresarte a las gradas con los demás espectadores, e incluso, podría decir que delirabas y todos estarán de acuerdo conmigo. ¿Todos desaparecieron y dejaron sus voces?, ¿Suena a algo creíble?

Las palabras de Daniel dejaron en un silencio meditativo a Elara. No había contemplado esa idea, y es que no tenía oportunidad para hacerlo, pero en caso de obtener libertad, acusarlos la haría quedar en ridículo. Por loca la tomarían y hasta en un manicomio podría llegar a parar si insistía en la veracidad de sus vivencias. 

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