Capitulo -5: Juego Siniestro.

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Elara miraba de reojo ese resplandor que reflejaba la pulida y filosa hoja de la navaja clavada junto a su oreja en la madera del carromato. No se atrevía a moverse un solo centímetro, y no es que le tuviera temor alguno a Valiant, el cuál la miraba con esa sonrisa maliciosa.

—¿Te perdiste, pequeña?, ¿Quien te ha dado el permiso de entrar hacia aquí? —le preguntó Valiant mientras se acercaba a Elara a paso tranquilo, como si no le acabara de lanzar una navaja al rostro casi a matar.

—Nadie me dijo que había restricciones —respondió Elara cuando ese sujeto pelirrojo llegó hasta ella.

Valiant la miró fijamente, se acercó tanto a ella que la muchacha tuvo que subir su mirada para verlo a los ojos y no a su pecho. Golpeó la madera detrás de Elara, o eso creyó ella y luego simplemente él retiró la navaja de la pared. Solo eso buscaba, recuperar su navaja.

—Tienes razón, no hay restricciones aquí —dijo Valiant mientras guardaba su navaja en su cinto tras su espalda, luego simplemente se apartó de Elara—. Aquí solo hay libertad de hacer lo que te plazca.

—¿Libertad? —repitió Elara con una expresión algo confusa.

No fué la palabra, sino la frase lo que le creó un ligero desconcierto. "Libertad de hacer lo que te plazca". ¿Qué tanto poder puede ocultar una simple frase? Elara lo preguntó más para ella que para el payaso que tenía en frente.

—¿No sabes lo que es eso, pequeña? —cuestionó con una sonrisa de la cual Elara juraba era burlona— Es eso que te ofrecen allá, en tu lado del espejo, en la realidad. Es eso que jamás cumplen —concluyó soltando una pequeña y corta carcajada.

Cuánto odiaba que Valiant le dijera pequeña, pero cuando se lo señaló, no le hizo caso alguno y simplemente la seguía llamando así.

Lo que le dijo respecto a la libertad se sonó extraño, familiar, pero extraño a fin de cuentas. Era mínimamente similar a lo que Daniel había argumentado rato atrás.

—¿Por qué me seguiste? —preguntó Valiant para luego pasar su dedo pulgar por sus labios mientras miraba por sobre su hombro a Margot quien estaba parada en la entrada de la carpa unos metros más allá.

—No te creas especial —señaló Elara mirándolo con seriedad—. Solo buscaba a Daniel, no me...

—Te dijo que estaría ocupado —la interrumpió—. ¿Comprendes esas palabras?

Elara frunció el ceño y lo miró fijamente.

El humor de ese hombre le parecía algo desagradable, incluso, si se atreviera a determinar o suponer algo más, podría decir que Valiant tenía una trato a la defensiva con la gente. Quizás no, solo era así, muy distante, muy tajante. Sus comentarios casi siempre eran filosos, parecían ser burlones en su mayoría; era simplemente una persona difícil de tratar, difícil como ninguna que conociera antes.

—Te dieron miedo los demás y viniste a buscar que Daniel te defendiera —Valiant sonrió con burla.

—Que no les tengo miedo —Elara señaló con firmeza y severidad.

—Son extraños y excéntricos; lo raro da miedo cuando no se comprende, y no estás acostumbrada, ¿No es verdad? —agregó—. Y tú pareces una muñequita de porcelana pequeña y frágil que adorna un aparador.

—¡Que atrevimiento el tuyo. Ni siquiera me conoces y te tomas las libertades de suponer, determinar y llamarme como te plazca! —exclamó Elara un poco exaltada. La actitud de Valiant no era muy compatible a la suya.

Terquedad y un humor casi colérico y burlón, ¿Cómo combinar esos elementos y no esperar fricción entre ambas partes?

Ante las palabras dichas por Elara, Valiant solo sonrió ladeando ligeramente su cabeza al costado derecho. Si antes parecía demente, eso le aportó más a esa idea que se hacía Elara de él.

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