📿 El hijo del fuego infernal (parte 6) 📿

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Jean pasó toda la noche muy intersado en el collar que acababa de regalarle esa chica. No dejaba de observarlo desde todos los angulos posibles para admirar cada uno de sus detalles.

-¿Qué creen que significa "con este colgante, la ciudad estará en tus manos"?- preguntó el dragón mirando embelesado el tejido.

Las gargolas notaron con mucha facilidad que su viejo amigo estaba algo más que interesado en esa joya barata y en quien se lo dio, pero no querían decir nada, después de todo eso era lo mas cerca que vieron al joven de animarse, después del día anterior y todo lo que tuvo que pasar.

-Quizá es una forma de decir, tal vez si lo tienes puesto ganarás suficiente dinero como para comprar la ciudad.

-¿Pero como podré encontrarla de nuevo solo con dinero?

Lavernie se rascó su nuca. Eso era verdad.

-Podría ser un mapa- ideó Victor.

-Esta cosa no es un mapa, idiota- lo espetó Hugo.

Lavernie bajó a jalarlos de los pelos más enojada que nunca, pero Jean hizo caso omiso a la pelea de los monstruos.

-Un mapa...- murmuró.

Desplegó sus alas y salió volando, dajando confundidos a los otros tres.

Voló por encima de las campanas hasta su pequeño mirador, donde se encontraba su mesa de trabajo y su ciudad en miniatura. Llevó el colgante por delante de sus ojos hasta colocarlo de tal forma que quedó como una mirilla. Comenzó a tantear ubicaciones, intentando ver en que coordenadas los dijes entretejidos conseguian una coorrelación con las estructuras de su minimapa.

Siguió así hasta que algo lo emocionó hasta el punto de batir sus alas.

-¡Lo tengo, lo tengo!- se animó.

Sus amigos tardaron algo en llegar. Cuando alcanzaron a subir a la plataforma entre jadeos Jean tomó a Hugo de las axilas y lo hizo dar vueltas con él.

-¡Jean, que te pasa!

Se impacientó Lavernie.

-¡Lo tengo, ya sé donde es, Hugo eres un genio!

La pequeña gargola no tuvo mucho tiempo para regodearse por el halago cuando el más alto lo soltó y sus rodillas no lo aguantaron así mismo del mareo y las náuseas.

Jean estaba tan feliz, pero de repente algo lo hizo volver a entristecerse.

-¿Jean?- Victor notó eso y se acercó a su amigo.

-Es solo que- respondió el dragón con voz muy suave -aun que quiera volver a verla, se muy bien que no puedo salir del campanario. No, no quiero.

Las gargolas se miraron entre ellas. Ya se habían quedado sin opciones hace mucho para que su amigo dejara de sentirse tan miserable, así que solo siguieron su juego.

-Entonces...- preguntó Lavernie -¿Que quieres hacer?

Flamm miró al suelo un instante. No sabía que pensar o que sentir. No quería dejar el campanario, no tanto por que le temiera a la amenaza del otro dragón ya que estaba seguro de que lo defenderian, pero si era esa misma seguridad la que le causaba una culpa enorme.

-No voy a volver a desilusionar a papá, ya lo decidí. Pero, si fuera por mi, desearía que hubiera un modo de acercarme otra vez. Hay algo en mi corazón que me dice que no la deje irse, o más bien que quiero pasar todo el tiempo que pueda con ella.

Lavernie sonrió se oreja a oreja.

-Ay, mi niño. Eso es el amor. Dime, ¿que te dice tu corazón?

Jean se roborizó. No quiso decir eso en voz alta, pero tuvo que tragar saliva y aceptar que de entre todos, la romántica de Lavernie iba a ser quien le haga esas preguntas que lo arrinconaron.

Historias Retorcidas (Oneshots Twisted Wonderland)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora