capítulo ocho.

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Mateo.

—Hay que festejar tu vuelta, gato, no seas ortiva. —insistió Valentín, sacudiendo mi hombro desde el sillón cual molesto.

Desde que llegamos a lo de Mauro, ya llevo la cuenta perdida de cuántas veces me insistieron con salir al boliche, cuando mi único plan fue pasar el día todos juntos y al llegar la noche hacer una juntada tranquila con alcohol de por medio.

Ahora, siendo las 21:00hs, la garganta ya empieza a pedirles alcohol y la manija de viernes comienza a sentirse. ¿Qué mejor excusa para salir que no sea mi vuelta? Son unos chantas de mierda.

—La Bresh últimamente está media pinchada, prefiero quedarme acá tranqui escabiando. —expliqué, negándome a su propuesta por milésima vez.

—Pinchado te va a quedar el culo después de que te lo llene de plomo. —amenazó Mauro, quien ya estaba bañado y cambiado cuando en ningún momento habíamos decidido salir de su casa. Además, apenas eran las 21:00.—Batinos la posta, gil, ¿qué onda que no querés? —cuestionó, sentándose a mi otro lado del sillón mientras esperábamos a que Daniel conecte su celular al parlante para reproducir música.

—Me preocupa que An no me haya mandado mensaje en todo el día. Le mande un montón y no fue capaz de responderme ninguno. 

Le di una calada al porro y dejé que el humo se disperse por mi garganta en busca de ese efecto que puede quitarme toda preocupación y todo pensamiento que venía sintiendo básicamente desde que me levanté de la cama.

Apoyé mis codos en la baranda de la terraza, y con las luces del barrio que iluminaban las calles miraba la cantidad de gente que circulaba por la zona. Mi mente estaba perdida allí, pero está más que claro que no le prestaba ni un poco de atención al paisaje.

—Estamos entre la Bresh o algún bolichito de Palermo, ¿qué decís? —consultó Daniel con su porro en mano, sacando su cuerpo desde el ventanal que dividía el living de Mauro a la terraza.

Mis oídos se cerraron por completo cuando mis pensamientos comenzaron ser más abrumadores que antes, y esto me llevó a perderme allí por completo desviándome de toda atención que podía haber recibido mi amigo de mi parte.

—Ey, te estoy hablando. —volvió a hablar, chasqueando sus dedos frente a mis ojos para llamar mi atención y de un ligero sacudo de cabeza pude salir de mi ensoñación, cayendo otra vez a Tierra—¿Qué onda? Estás raro vos. —asumió con su ceño fruncido, dándole una calada al porro y apoyando su espalda en la baranda con sus piernas cruzadas.

Eché un suspiro de frustración al oír su pregunta, y manteniendo mi vista en la iluminación de las calles como un tonto, contesté;

—Extraño a An. —confesé encogiéndome de hombros, viendo venir la ola de burlas y carcajadas de mi amigo tras soltar aquello—La vi ayer, ya sé...vas a pensar que soy un intenso de mierda y toda la bola, pero no sé...me siento un poco vacío. —expliqué atajándome antes de tiempo, y una débil risa se escapó de la boca de mi amigo. Una risa que no sonaba para nada burlona, más bien...tierna.

—Es normal, amigo, se nota que ustedes se complementan bien y no me sorprendería que se anden necesitando cerca a cada rato. —notó seguro, formando en mi labio una sonrisa tan débil que apenas salio una mueca—¿Dónde esta ella ahora? Vas a ver qué en un toque ya viene por vos. —asumió, haciéndome reír un poco.

—Se fue temprano a almorzar con los padres y me dijo que se quedaba a pasar el día para disfrutar al hermano antes de que se le vaya. —conté, dándole la última calada a lo que consumía para luego hacer una pausa solo para soltar el humo—No sé a que hora vendrá, en el grupo confirmó que venía para acá cuando terminaba pero yo no le hablé mas, no la quise joder.

fame; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora