Ángeles.
Llegó el día. Por fin.
Por primera vez, su familia se encontraba reunida detrás del escenario, con los ojos brillosos al imaginar lo que estaba a punto de suceder.
Toda su gente querida del barrio, amigos, familiares, y hasta artistas de la escena estaban en primerísima fila listos para verlo a él. Como bien lo pidió; que nadie de los suyos, incluyendo a quienes lo conocen desde chiquito, se pierdan el evento.
Entendía que sea la emoción de por fin tocar en uno de los lugares que mayor lo representan, y cumplir el más grande sueño de su vida. Entendía que quiera tener a todos presentes, viéndolo a él brillando.
Era todo lo que se merecía.La sonrisa brillaba en su rostro de oreja a oreja, sin borrarse un solo segundo. La adrenalina lo llevaba a moverse de un lado a otro, hablar con su equipo a cada rato preguntando si todo estaba bajo control, tomar litros y litros de agua, y acercarse a cada rato a su familia para que le traigan calma.
Mientras tanto yo, no podía parar de mirarlo con una sonrisa como si aquel show fuese el mío. El orgullo que sentía en aquel momento era increíble.
—No sabes la tranquilidad que me da verlo tan contento. —suspiró Daniel, sentándose a mi lado, donde observaba a mi novio con atención como si fuese una madre con su hijo.
Una sonrisa se plasmó en mis labios, y asentí.
—Hacía mucho no lo veía así.
—Se ve que dejó toda esa mierda atrás. Por fin. —asumió, y entendí perfectamente de que hablaba.
—Se puso buzo, no estoy muy segura de como tenga los brazos. —suspiré, asustada, observando las extremidades nombradas—Te juro que traté de ayudarlo todo lo que pude, ojalá haya sido para bien.
—Lo hiciste, An. Quedate tranquila. —sonrió, sobando mi espalda para traerme esa poca tranquilidad que me faltaba.
Suspiré, y sonreí de lado, mirándolo a los ojos.
—Eu, vengan un toque, por fa'. —llamó mi novio, haciéndole seña tanto a Dani y a mí, como también al resto de nuestros amigos.
Con el castaño nos miramos algo confusos, tratando de entender cuál sería la razón de su llamado, y porque lo hacía direccionándonos al camarín. Aún así, nos levantamos ambos de nuestros lugares, y lo seguimos.
—Tenes toda la Bombonera para vos, amigo, ¿sale fulbito con el público? —acotó Mauro en pleno camino, haciéndonos reír por sus elocuencias.
—Usamos de pelota las que le cuelgan al Dani que las tiene al pedo. —lo jodió Valentín, provocando que el nombrado frunza su ceño ofendido y se lo devuelva con unos cuantos golpes.
—Pónganse serios, gatos, una vez en su vida. —pidió entre débiles risas, entonces los restantes acomodaron su espalda y cruzaron sus brazos como si fuesen militares. Esto, hizo reír al morocho.—En diez minutos salgo y estoy cagadísimo en las patas.—reveló, frotando sus manos con nerviosismo, y haciéndonos reír—Entren que quiero hablar un toque de algo. —pidió en la puerta de su camarín, y nuestros amigos obedecieron con algo de confusión en sus rostros—Vos...¿podés esperarme un cachito acá? Con vos quiero hablar en privado. —me frenó, acunando mi rostro con ambas de sus manos. Yo fruncí mi ceño algo desconfiada, y suspiré en cuanto dejo un casto beso en mis labios para despreocuparme—Te amo, hermosa.
Me senté cerca de la puerta hasta esperar a que termine, y en vez de malgastar el tiempo pelotudeando en las redes, sonreí cual niña al verlo a mi cuñadito perdido en los pasillos como si estuviese en un mundo nuevo.