capítulo cinco.

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Mateo.

Mi gente de Cádiz, hoy rompemos Cruilla, ya 'tamos probando sonido. —informé frente a la cámara del celular en modo selfie, sin dejar de enfocar de fondo el escenario con la banda presente—En unos minutos se va todo a la mierda, eh, yo ya les avisé. —advertí, apuntando a la cámara. Luego me despedí dándole tres golpes al celular totalmente cebado y así concluyó la historia.

Mi celular sobrevive de milagro.

—Terminás el ensayo y te vas corriendo al camarín. Ya hay gente esperando para el meet and greet.—informó mi mánager desde abajo. Yo le mostré mi dedo pulgar para que se despreocupe y me acomodé el in-near dispuesto a continuar con la prueba de sonido.

Era el sexto show de la gira y ya bastante estaba acostumbrado a las corridas; el tiempo no alcanza con más de 20 fechas en un solo país y ni siquiera tengo tiempo de respirar. Me levanto directo a las pruebas de sonido, bajo corriendo a cambiarme, hacemos el meet and greet con la gente, me voy a dormir y al otro día es la misma rutina.

Todo el día, todos los días, a las corridas.

La costumbre me llevaba a soportarlo bastante bien, pero no puedo negar que las ganas de estar acostado en el pecho de Ángeles era lo único que necesitaba como break.

—Bien ahí, ey. ¿Cómo te sentís? —preguntó papá apenas me bajé del escenario, secándome la frente con una toalla que llevaba en los hombros.

—Bien, viejo, pero ya estoy chivando del calor.

—Bueno, hidratate bien y mojate la cabeza. —aconsejó, tomándome el rostro y dándome leves cachetazos para levanteme. Los 38° al sol no colaboraban demasiado—Ya sabés cómo es esto, ¿No? Tenemos para rato y es la primera vez que tenemos tantos shows seguidos. Tenés que estar preparado. —recordó, yo asentí con mi cabeza.

Jamás imaginé llegar a esto; si bien tenía las esperanzas de que el disco sea el impulso de mi carrera jamás imaginé que genere tanta revolución.

27 shows en un mes no era algo a lo que estábamos muy acostumbrados de tratar; la presión, el tiempo, la falta de descanso, la poca alimentación. Todo iba de la mano, y realmente me costó prepararme para vivirlo sin morir del estrés en el intento.

Mamá me habla todos los días preguntándome si comí, si me hidraté, cuanto dormí, cómo estoy de la garganta...

Mi novia igual que mi mamá pero con doble intensidad; unas tres veces al día.

Y papá...se sigue preocupando.

—Quedate tranquilo, viejo, sé como es esto. Estoy preparado. —aseguré, y él sonrió.

Entusiasmado cuál niño corrí al camarín dispuesto a cambiarme para recibir a la gente. Por suerte este era el último show y después al menos dos días podría descansar algo. La voz y el cuerpo ya me lo estaban pidiendo a gritos; con apenas 6 días en España, ya habíamos reventado 5 festivales.

—¿Cuál va mejor? —pregunté a mi mejor amigo, Camilo, mostrándole dos remeras distintas. Una con la imagen de Tupac, y otra negra toda lisa.

—La negra. Simple. —opinó, con su celular en mano.

—¿Simple? Mira como estás vos, gato. —reí, señalándole la ropa que llevaba puesta; tan llamativo outfit, que hasta usando mi mismísima ropa me opacaba—No me cabe que me saques la ropa, gil, sabes que soy medio rompe huevos con ese tema. —recordé, quedándome en cuero para ponerme la remera nueva; obviamente, la que él no eligió.

—Somos amigos, puto, acá se presta todo. —contestó divertido, levantando su vista del celular—La wacha también, eh, no te regales porque...—bromeó, pero ni siquiera lo dejé concluir con su oración que enseguida llegué a él para darle un bruto empujón por el pecho.

fame; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora