Mateo.
Fruncí mi ceño un poco molesto en cuanto sentí que mi mujer se removía en la cama como si estuviese durmiendo sola y para que deje de hacerlo, me aferré más a su cuerpo con intensiones de seguir durmiendo.
Sentí como se estiró un poco en su lugar para alcanzar el celular, y abrí mis ojos cuando oí un chasquido de lengua proveniente de su parte, acompañado de algunas puteadas bajas.
—¿Qué pasa, An? —pregunté un poco perdido, tratando de caer a realidad.
—Son las ocho de la mañana, Mateo. —contestó, con sus ojos abiertos de par en par.
Yo me sostuve la cabeza sin poder reaccionar mucho, y luego refregué mi rostro con ambas manos.
—Tenía que ayudar a tu mamá y me dormí. —bufó, refregando su rostro, frustrada.
Reí aún sin poder abrir en su totalidad mis ojos, y me estiré en mi lugar para tratar de despabilarme un poco.
—¿Entendés que ya es otro día y tenía que ser una simple siesta? —se asombró. Yo mordí mi labio inferior y me volví a acostar en la cama sin mucha intensión de levantarme.
—Pasa que las siestas conmigo son de la ostia.
—¿Ya se habrá ido tu mamá? —preguntó, sentada en la cama mirando a cualquier punto fijo.
Yo me encogí de hombros, y le tironeé el brazo para que se siente en mi cintura. Sonreí en cuanto lo hizo.
—¿Estás apurada? —pregunté, metiendo mis manos por debajo de su remera para acariciarle el cuerpo.
Ella negó con su cabeza, y siguió el movimiento de mis manos posando las suyas encima.
—Desayunemos con ella, pupi, te extrañó un montón y ayer dormimos todo el día. —lamentó algo culpable, y suspiró algo pesado en cuanto mis manos llegaron a sus pechos.
No sé cuáles eran mis intensiones, pero tantos días sin tocarla provocaba que extrañe de más hacerlo.
Suspiré frustrado. Ella me alejó las manos con cautela.
—Primero me quiero dar una ducha rápida. —informé. Ella asintió sin problema, plantando un pico en mis labios.
—Te espero abajo. —se despidió, levantándose de mi cama.
Yo hice lo mismo con algo de pesadez en cuanto me dejó solo en la habitación, y luego de agarrarme una muda de ropa limpia me desvié al baño.
Los minutos no fueron largos; no quería tardar tanto con tal de llegar al desayuno tal cual mi mujer había pedido, entonces procuré cambiarme a velocidad de la luz; un simple short deportivo de Boca Juniors, ojotas Nike, y dejando secar mi torso al aire para no perder demasiado tiempo.
En cuanto regresé a el living, una pequeña sonrisa se me formó en los labios al verlas a las dos en la cocina; Ángeles preparando una enorme chocolatada, y mamá cortando la torta de manzana que con tantas ganas me había quedado de comer el día anterior.
En la mesa, el más chiquito de la familia refregaba sus ojos para tratar de despegarlos. Reí un poco al verlo sin ni siquiera poder despabilarse, y me senté frente a él luego de dejar un beso sobre su cabeza.
—¿Cómo te sentís, enano?
—Me duele mucho la cabeza. —contestó algo débil y con solo escucharlo, supe reconocer el resfrío que cargaba.
—¿Vas a ir al cole? —pregunté algo perdido en cuanto noté que era bastante temprano para verlo fuera de la cama.
En ese momento, ambas femeninas que ocupaban la cocina, ya estaban viniendo a la mesa; mi mujer con las cosas del mate en mano, y mamá con su riquísima torta de manzana.